Para él, el otro es siempre más y mejor que aquello a lo que las ideas recibidas incluso de Sabios y de Doctores de la Ley tienden a reducirle. El ve siempre en aquel o aquella que se encuentra un lugar de esperanza, una promesa viva, un extraordinario posible, un ser llamado –por encima y a pesar de sus límites y a veces sus crímenes- a un futuro todo nuevo. Llega incluso a discernir en ellos y ellas alguna maravilla secreta cuya contemplación le sumerge en la acción de gracias.
El no dice: “Esta mujer es inconstante, ligera, tonta; está marcada por el atavismo moral y religioso de su medio, sólo es una mujer.” El le pide un vaso de agua y da pie a una conversación.
El no dice: “Mira, una pecadora pública, una prostituta que no saldrá nunca de su vicio.” El dice: “Ella tiene más oportunidad para el Reino de Dios que aquellos que están apegados a sus riquezas o se escudan en su virtud y su saber.”El no dice: “Esta es solo una adúltera.” El dice: “Yo no te condeno. Va y no peques más.”
El no dice: “Esta que intenta tocar mi manto es una histérica.” El la escucha, habla con ella y la cura.
El no dice: “Esta vieja que da sus céntimos para las obras del Templo es una supersticiosa.” El dice que ella es extraordinaria y que haríamos bien en imitar su desinterés.
El no dice: “Estos críos sólo son unos mocosos.” El dice: “Dejadles venir a mí e intentad pareceros a ellos.”
El no dice: “Este individuo es un funcionario prevaricador que se enriquece adulando a los poderosos y sangrando a los pobres.” El se invita a su mesa y asegura que su casa ha recibido la salvación.
El no dice: “Este hombre es un delincuente.” El le dice: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
El no dice: “Este Judas será siempre un traidor.” El acepta su beso y le llama “amigo mío”.
El no dice: “Este fanfarrón es un renegado”. El le dice: “Pedro, ¿me amas?”.
El no dice: “Esta que intenta tocar mi manto es una histérica.” El la escucha, habla con ella y la cura.
El no dice: “Esta vieja que da sus céntimos para las obras del Templo es una supersticiosa.” El dice que ella es extraordinaria y que haríamos bien en imitar su desinterés.
El no dice: “Estos críos sólo son unos mocosos.” El dice: “Dejadles venir a mí e intentad pareceros a ellos.”
El no dice: “Este individuo es un funcionario prevaricador que se enriquece adulando a los poderosos y sangrando a los pobres.” El se invita a su mesa y asegura que su casa ha recibido la salvación.
El no dice: “Este hombre es un delincuente.” El le dice: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
El no dice: “Este Judas será siempre un traidor.” El acepta su beso y le llama “amigo mío”.
El no dice: “Este fanfarrón es un renegado”. El le dice: “Pedro, ¿me amas?”.
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