Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

31 de diciembre de 2009

Nochevieja

Como sabéis, en España hay la costumbre de tomar una uva a cada campanada de la medianoche de hoy. Se supone que esto da buena suerte… De todas formas es una costumbre que me gusta mucho, pero desde que estoy en Francia, apenas lo he hecho. Hoy lo voy a hacer de una manera virtual; aquí van mis doce uvas:

Doce uvas para terminar el año,
doce uvas para empezarlo.
Doce personas en las que pienso,
doce meses para vivirlos:
una uva por mis hermanos
sobre todo los perseguidos,
aquellos a los que llaman
“maricones” o “boyeras”,
o que sufren cosas peores.
Otra uva por los que los insultan,
quizás así se darán cuenta
que todos tenemos igual dignidad.
Otra uva por los que adoran este Dios
que se hace pequeñajo, niño entre los niños;
la cuarta uva por aquellos que
en nombre de este Dios hostigan y condenan.
La quinta uva sabe a primavera,
como aquellos que trabajan por el bien de todos,
que dan de su tiempo y sus energías
para darlas a quienes ya no tienen.
La sexta uva por los que bajan los brazos,
por los que dicen “ya no puedo”.
La séptima por aquellos
que abandonan su país, obligados
por el hambre o la represión;
la octava por quienes los reciben,
brazos y corazón abiertos.
Uva de septiembre, que recuerda la escuela,
niños y adolescentes, sociedad venidera;
décima uva por sus educadores,
ardua labor, trabajo sin fin.
La penúltima uva, en fin,
me recuerda que hombre soy,
unido a todos los hombres de este planeta Tierra.
La duodécima uva con Aquel
que recapitula todo en Sí,
Hombre entre los hombres,
Señor del tiempo, Compañero de ruta.

25 de diciembre de 2009

Navidad

Para san Juan de la Cruz, la encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento entre los hombres es una historia de loco amor. Con este romance os deseo a todos que encontréis y repartáis la alegría de Dios. ¡Feliz Navidad!

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos le traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía
entre unos animales
que a la sazón allí había.
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había;
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.


Volveréis a encontrarme en vuestro ordenador un poco antes de las uvas…

19 de diciembre de 2009

4 domingo de Adviento

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1,39-45

En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."


Imaginemos la escena: una mujer entrada en años (por no decir vieja), embarazada, y que se pone a gritar cosas raras al ver llegar a su joven prima… Así mirada, la escena parece sacada de una película de Almodóvar. Pero es evangelio puro y duro: Dios ha actuado en la vieja y en la joven; las dos han aprendido a mirar con los ojos de Dios. La vieja adivina la presencia de Dios en la joven y las dos se dejan conducir por El.

14 de diciembre de 2009

San Juan de la Cruz

Reconozco que tengo una debilidad especial por san Juan de la Cruz, cuya fiesta se celebra hoy. Aunque sus escritos puedan parecer un poco áridos a veces, o demasiado místicos, todo nace de su íntima convicción de la dignidad del hombre y de su profunda fe en el Amor de Dios por esta su creatura. Esto le hace gritar, a veces:

¡Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!
(Cántico espiritual 39, 7)


Esta exclamación surge con naturalidad de su pluma, después de haber descrito la grandeza de ser hijos de Dios, y la realidad a la que somos llamados. Este grito no ha perdido un ápice de actualidad, ahora que estamos en una sociedad en la que sobre todo prima la imagen y el éxito. Darnos cuenta de nuestra dignidad puede modificar nuestra escala de valores; darnos cuenta de la dignidad del otro puede modificar nuestras relaciones.

12 de diciembre de 2009

3 domingo de Adviento

Del evangelio según san Lucas (3,10-18)

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan: "¿Entonces qué hacemos?" El contestó: "El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo." Vinieron también a bautizarse unos publícanos y le preguntaron: "¿Maestro, qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No exijáis mas de lo establecido." Unos militares le preguntaron: "¿Qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga." El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga." Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.


Hace unos años, leyendo este pasaje en grupo, alguien hizo este comentario, mitad en broma, mitad en serio: “Entonces los militares y los financieros pueden salvarse…” Reconozco que me inquietó este querer poner límites a la misericordia de Dios en base a lo que se es. Juan Bautista pone el acento más bien en lo que se hace, o mejor dicho, en lo que no se ha de hacer: mal al otro. Después vino Aquel más grande que Juan, y El nos ha mostrado por palabra y obra como poner esto en práctica, seamos lo que seamos: militares, financieros… o gays.

5 de diciembre de 2009

2 domingo de Adviento

Del evangelio según san Lucas (3, 1-6)

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: “Voz del que clama en el desierto; preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.”

Si es que está claro: Dios no habla en el vacío, sino que se dirige al hombre –a cada ser humano- en, y a partir de- su historia. Nuestra homosexualidad no es algo vergonzoso, ni algo que nos hace más o menos impuros, sino que es un elemento de nosotros mismos donde podemos escuchar la voz del Señor, desde donde podemos proclamarla. Dios nos llama en nuestra historia, en nuestro mundo, aquí y ahora, para preparar sus caminos.