Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

25 de diciembre de 2010

Aleluya



¡Aleluya,
porque reina el Señor Todopoderoso!
Ha llegado al mundo
el reinado de nuestro Señor y de Su Ungido;
Él reinará por los siglos de los siglos,
Rey de reyes, Señor de señores. ¡Aleluya!

24 de diciembre de 2010

La buena noche

Porque un Niño nos ha nacido,
un Hijo nos ha sido dado;
el poder reposa sobre sus hombros,
y su Nombre significa
Maravilloso, Consejero, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de la Paz.

(Is 9, 6)




Y este Consejero no puede hablar todavía, este Dios fuerte está envuelto en lienzos y pañales, este sobre cuyos hombros reposa el poder es un bebé… Espero que algún día llegaremos a comprender la profundidad del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Que la Paz abunde en nuestro interior, y que seamos capaces de compartirla a nuestro alrededor. ¡Feliz Navidad!

15 de diciembre de 2010

Consolad a mi pueblo

El Adviento es un tiempo litúrgico demasiado corto para la complejidad que conlleva: lo empezamos con una esperanza de la Segunda Venida del Señor, esa que pedimos en la liturgia eucarística justo después de la consagración. Pero enseguida basculamos a la venida histórica de un Dios hecho hombre, y que nace en un establo en Belén. Hay, sin embargo, otro aspecto: la venida de Cristo Jesús en la vida cotidiana de cada creyente. Así, estas palabras de Isaías, puestas en música por el genio de Haendel, no pierden ni un ápice de actualidad:



Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.
hablad al corazón de Jerusalén,
y decidle bien alto
que ya ha cumplido su esclavitud,
que su falta ha sido expiada,
Una voz clama: “En el desierto
abrid el camino al Señor,
trazad en la estepa una recta carretera
a nuestro Dios.
Que todo valle sea elevado,
y todo monte y cerro descendido;
que lo abrupto se vuelva llano
y planicie las asperezas.
(cf Is 40, 1-4)

13 de diciembre de 2010

Cosas del Amor


Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

S. Juan de la Cruz
Noche Oscura, estrofa 8

7 de diciembre de 2010

Compañera de ruta


Reconozco que cuando era crío tuve que soportar una serie de discursos sobre la Virgen Maria que tuvieron el efecto contrario al deseado, y así nunca he sido “marial”. Los famosos “privilegios” de María, entre ellos el de su concepción inmaculada, me la alejaron más que otra cosa. Y, sin embargo…

Todo lo que ella ha recibido ha sido en vista de la misión que recibe de Dios. No es para hacerla más bonita, ni más maja, ni hacer de ella una especie de minidiosa de bolsillo. En tanto que misión completamente particular (ser madre de Dios, ¡nada menos!) recibe dones completamente particulares. Eso no quita que las tuvo que pasar canutas, y que tuvo que sentirse sobrepasada por los acontecimientos, y por esta misión a la que fue llamada, a la que respondió fielmente.

Y es un poco como cada uno de nosotros: cada don recibido (y, personalmente, así vivo yo mi homosensibilidad) es para el bien de los otros. Aunque no comprendamos nada, aunque eso nos las haga pasar canutas en algún momento… Ahí podemos mirar a Maria, “espejo del Amor de Dios”, compañera de ruta en nuestro camino de vida.

8 de noviembre de 2010

Isabel de la Trinidad

¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

(Dijon, 21 de noviembre de 1904)

31 de octubre de 2010

Todos los santos



De la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-3)

Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.

Al mismo tiempo que los disfraces de monstruos hacen su agosto (halloween obliga), san Juan nos revela nuestra verdadera identidad: hijos de Dios, ¡nada menos! Lástima que estamos ya tan acostumbrados a esta fórmula que apenas nos damos cuenta de cómo puede cambiar la mirada que echamos hacia nosotros mismos y hacia los que nos rodean, de cómo puede cambiar incluso nuestra manera de encarar la vida de cada día. ¡Feliz fiesta de todos los santos!

30 de octubre de 2010

31 domingo del Tiempo Ordinario

Del libro de la Sabiduría (11,23-12, 2)

Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Te complaces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible. Por eso corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y lo reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Cada vez que algo o alguien me habla del amor que Dios tiene por todos y cada uno de nosotros me pongo todo contento, porque ahí me veo yo, amado de Dios, con todas mis fragilidades e incluso mi pecado. Una acción de gracias brota espontánea en mí. Pero la cosa se pone complicada cuando profundizo un poco más y me doy cuenta que en ese “todos y cada uno” también están aquellos que no me inspiran precisamente afecto: esa compañera de trabajo que me pone del hígado, ese nuevo rico que expone su riqueza sin ningún pudor, ese homófobo que destila el odio por todos los medios posibles… La acción de gracias ahí es menos espontánea, lo reconozco. Aceptar el reto que se presenta, como Jesús lo ha hecho, compartiendo la mesa de publicanos y fariseos, siendo siempre fiel al Amor del Padre.

15 de octubre de 2010

Miradas

André-Joseph Léonard, arzobispo de Bruselas, ha afirmado que el SIDA es “una forma de justicia consustancial que ocurre cuando se maltrata el amor”.

Algunos le contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.
(Lc 13 ,1-3)


Convirtamos pues nuestra mirada: miremos a Dios con nuestros ojos humanos, para que aprendamos a mirar al ser humano con los ojos de Dios. Tal vez así dejaremos de pensar y de decir enormidades.

5 de octubre de 2010

Disculpas

Estos últimos tiempos habréis notado una menor periodicidad en el blog, y limitado a la cita dominical, y lo siento muchísimo. Desde hace unas semanas estoy organizando mi próxima mudanza: nueva ciudad, nuevo trabajo, nuevas perspectivas de vida y servicio… Vamos, que tengo la cabeza más metida en todas estas cosas que en otras., y esto va a durar hasta principios de diciembre. Pero prefiero continuar a este ritmo un poco “guadiana” que dejarlo del todo. Así que seguimos en contacto, aunque sea un poco irregular.



2 de octubre de 2010

27 domingo del Tiempo Ordinario

De la profecia de Habacuc (1, 2-3; 2, 2-4)

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: «Violencia», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas? El Señor me respondió así:

-Escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido. La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe.

Pareciera que Habacuc sufre una actitud negativa por parte de su entorno, o que acaba de ver el telediario… La respuesta que recibe de Dios es bastante sorprendente (como la que Job recibirá a su vez): confiar en El. De hecho, la fe no es una adhesión a un conjunto de ritos y dogmas, sino una dinámica de confianza en el Dios que nos ha revelado Jesús de Nazaret. Vivir esta confianza quiere decir hacer lo que nos corresponde hacer, sabiendo que en medio de nuestros actos es El mismo quien actúa con nosotros.

18 de septiembre de 2010

25 domingo del Tiempo Ordinario

Salmo 112 (113)

¡Aleluya!
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
2Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
3de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
4El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
5¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
6y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
7Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
8para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
9a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.


Creo que a Dios le encantan las paradojas, y, como para muestra un botón, aquí esta este salmo: El nos sobrepasa, jamás podremos encerrarle en nuestras categorías humanas; sin embargo se acerca a cada uno de nosotros, con Amor eterno. Esta es, me parece, la experiencia fundamental de todo camino de fe: saberse amado, amada de El, con un Amor que no es sólo sentimiento, sino activo. ¿Nos unimos hoy en una alabanza al Señor, con todos los pueblos?

11 de septiembre de 2010

24 domingo del Tiempo Ordinario

De la primera carta de san Pablo a Timoteo (1, 12-17)

Querido hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Cada uno de nosotros puede hacer propia esta afirmación de san Pablo: el Señor pone su confianza en cada uno de nosotros, y nos capacita a seguirle, seamos varón, mujer, gay, hetero, trans… Luego está la respuesta que cada uno quiera dar, libremente, a la misión que El quiera confiarle; pero esa es otra cuestión.

En el texto original, al parecer, Pablo emplea una formula solemne para introducir la afirmación clave de este texto: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Vaya, que dejemos el juicio para otro momento, y que quien quiera juzgarnos no obstaculice, al menos, la acción salvífica de la Trinidad en su pueblo. Que el Espíritu sopla donde quiere…

4 de septiembre de 2010

23 domingo del Tiempo Ordinario

Del libro de la Sabiduría (9, 13-18)

¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.

No recuerdo donde leí que, en vez de mirar a Dios con ojos de hombre, tendríamos que acostumbrarnos a mirar a los hombres con los ojos de Dios. Evidentemente, esta sabiduría de la mirada no es algo que se consiga a fuerza de puños ni de un día para el otro. Pero así sería mucho más sencillo que se nos comprendiera y aceptara –como Dios mismo nos comprende y acepta-. Saber mirar es saber amar.

21 de agosto de 2010

21 domingo del Tiempo Ordinario

Hay muchos y buenos comentarios cada domingo a la lectura del evangelio. Por eso, a partir de ahora, aquí encontraréis el eco que despiertan en mí las otras lecturas o el salmo. No pretendo ser un maestro en nada; lo único que quiero hacer es compartir la meditación que pueda hacer de la Palabra.

Del libro de Isaías (66, 18-21)
Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» -dice el Señor-.

El Señor es quien reúne todos los pueblos, y el nuestro, el pueblo homosensible, también está invitado a la fiesta. Es el Señor mismo quien nos llama, y El quiere mostrarnos su gloria, y la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios (san Ireneo de Lyon). Somos invitados a vivir un doble movimiento, que responde al doble exilio: ocupar nuestro lugar en esta marcha hacia el monte santo de Dios, y anunciar su gloria a nuestro pueblo.

14 de agosto de 2010

15 de agosto

Del evangelio según san Lucas (1, 39, 56)

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
-¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
María dijo:
-Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.


Con María podemos cantar el Magníficat por todo lo que el Señor hace con y por nosotros: en ella podemos contemplar aquello a lo que somos llamados ¡Dichosos nosotros al creer en la increíble misericordia de Dios!

7 de agosto de 2010

19 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (12, 32-48)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entre la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre.
Pedro le preguntó:
-Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?
El Señor respondió:
-¿Quién es el administrador fiel y solicito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: 'Mi amo tarda en llegar', y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándole a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá: al que mucho se le confió, más se le exigirá.

Reconozco que durante años tuve este texto atragantado, por culpa de la última frase: A quien mucho se lo dio… Sin embargo, comprendí más tarde que no es un asunto de contabilidad. Si es de amor de lo que seremos examinados, éste se manifiesta en el servicio a los hermanos, simplemente. Como dice la sabiduría popular, el movimiento se demuestra andando. Aunque estemos en pleno período estival, el amor no toma nunca vacaciones.

4 de agosto de 2010

La samaritana

Mediodía. La hora en la que la sombra sólo es la sombra de sí misma. La hora de la claridad más elevada. La de las revelaciones. Yo hubiera debido sospecharlo cuando le entreví al lado del pozo, color de tierra, sentado sobre el cansancio del viaje.

Él no me oyó llegar. Sobre la arena, mis pies susurraban.

Pero cuando sumergió sus ojos en los míos, comprendí que él venía de muy lejos. Que su cansancio era antiguo, viejo como el mundo. Como si todo lo que le rodeaba, con su collar de desgracias, le hubiera entrado en el cuerpo.

En él era su alma lo que estaba lleno de polvo, porque es al interior por donde él ha marchado, que las piedras del camino le han herido. El calor de la hora sexta era asfixiante, pero él tenía niebla dentro.

“Dame de beber”. El había andado mucho, a través de colinas y de pueblos. Había hablado, pero también escuchado el viento sobre los rostros. Había querido compartir el fuego, narrar la sal y la luz, dejar una palabra más alta que la guerra. Pero también había visto como la sombra se empeña en descoser la vida, empañar los ojos y taponar los oídos. Él hubiera deseado ensanchar los corazones, pero la piedra se movía al revés y cerraba las tumbas.

“Dame de beber”. Hice como quien no oye. Yo no había venido para calmar la sed de un desconocido. Sacar agua para los míos me era ya bastante cansado. Yo soñaba también con sentarme y que alguien me diera de beber. Acabé por sorprenderme. Hacía falta que este hombre tuviera sed para pedirme agua a mí, la que no sabía vivir, la que no sabía amar. No entendí todo lo que él me decía, pero sus palabras hicieron una canción en mi mente.

Él me hablaba de bajar a mi propio pozo, de ir más allá de mi agua dormida para buscar la fuente viva. Yo podía dejar atrás mi miedo a perderme en mis profundidades, porque más profundo todavía el amor me recogería. Él me enseñaba el agua clara de una vida que yo no podía ni imaginar. Él me hablaba de Dios, sentado a la orilla de mi humanidad, y la llamada a calmar su sed.

Le dejé sabiendo que no le abandonaba. ¿Podemos separarnos de lo que permanece? Desde ese mediodía, mi cántaro está al borde del pozo. Lo podéis ver si pasáis por allí. Pero, por favor, no lo utilicéis; en vosotros tenéis con qué sacar el agua viva donde Dios mismo se vivifica.

Francine Carrillo

31 de julio de 2010

18 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (12, 13-21)
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
-Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
-Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
-Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
-Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quien será?” Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios.

“A la tarde te examinarán en el amor”, escribió san Juan de la Cruz. No sólo a la tarde de esta vida, sino al final de cada día, de cada actividad. Al final, lo único que queda, lo único que cuenta, es el amor que hemos puesto.

30 de julio de 2010

Nada te turbe

Para terminar este mes de julio, y empezar el de agosto con buen pie, os comparto hoy este vídeo de Taizé. Hermoso poema, hermosa música y hermosa interpretación. Pero lo más hermoso es esta invitación a dejar a Dios ser Dios en nuestra vida, a aprender la paciencia porque recibiremos todo a su tiempo.



Merci, ma soeur, pour me l'avoir envoyé!

24 de julio de 2010

17 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (11, 1-13)

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
- Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo:
- Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."
Y les dijo:
- Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

Renuncio a comentar este texto; si lo hiciera, rompería con mi costumbre de escribir sólo una o dos frases para soltar toda una parrafada. Creo que es mejor el silencio para acoger esta palabra del Maestro que nos anima a pedir, buscar y llamar confiadamente.

(En España, solemnidad de Santiago el Mayor, el evangelio que se proclama es Mt 20, 20-28)

21 de julio de 2010

María de Magdala


De María Magdalena los evangelios no hablan mucho, apenas unas líneas. Pero nos dicen cuatro cosas importantes: que era una mujer a la que Jesús había liberado de siete demonios (vamos, que no era una persona muy recomendable), que pertenecía al grupo de los seguidores del Maestro, que fue fiel en las horas sombrías de la cruz, y que fue la primera en recibir la noticia de la Resurrección, la primera en ver al Resucitado, la primera en anunciar esta noticia a los apóstoles y los otros discípulos. ¡Casi nada!

Si un día tengo que llorar quiero hacerlo como ella: llorar de gozo por la liberación de todo aquello que me impide amar (lo cual no quiere decir liberarme de mi homosensibilidad), llorar en compañía del Señor y de sus seguidores, llorar de com-pasión por el dolor ajeno, y llorar de alegría; sobre todo llorar de alegría, porque Jesús de Nazaret está vivo, y porque podemos anunciarlo con nuestra voz y nuestra vida.

Así que, después de darle gracias a Dios por María de Magdala, le pido que todos podamos llorar un día no como una magdalena, sino con la Magdalena. ¡Feliz día!

20 de julio de 2010

Bruma

Sin duda es él, allí en la orilla. ¿Pero por qué decir “sin duda”, cuando algo dentro de uno mismo se lo cuestiona? Pero así es el corazón del hombre en general, y el de Teótimo en particular, lento a comprender, lento a dejarse llevar, lento a reconocer la mano que ha parado el viento. ¿El viento ha amainado? Viento cansado, dicen. Viento que ha terminado su carrera como cesa la tempestad en la mente bajo el efecto de no se sabe bien qué mecanismo de la naturaleza. ¿O es que él ha intervenido, ése que está allí en la orilla disimulado por la distancia y por la espuma que vuela todavía detrás del viento? Dime tu nombre. Pero él está demasiado lejos como para que yo oiga la respuesta. ¿Por qué él ha puesto este mar entre él y yo? ¿Por qué he puesto este mar entre él y yo? Y, sin embargo, no puedo arrancar mis ojos de esta dirección. Sí, yo hice mi orgulloso en la tempestad, yo me decía: eres más astuto que el diablo, le has pillado con tu anzuelo, has corrido riesgos y has sido muy valiente. Pero ahora que todo está tranquilo de nuevo, sentado sobre el banco de tu barca, sientes la confusión, y te das cuenta que no tenías derecho ni un instante a hacerte el fanfarrón. ¡Teótimo! No puedes ya arrancar tus ojos de la orilla donde estás seguro, ahora que hay alguien en ella, la mano todavía levantada para imponer respeto a la mar e impedir que tu barca derive a no se sabe dónde.


« Théotime. Chroniques de la vie monastique »
Frère Denis Hubert
Ed. Karthala, Paris, 1998

17 de julio de 2010

16 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (10, 38-42)

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:
-Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.
Pero el Señor le contestó:
-Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.

Y es que el servicio que podamos ofrecer será más eficaz si accedemos a “perder” tiempo sentados a los pies del Maestro, escuchándole.

Ánimo


Ánimo, mi hermana,
que el Amor será vencedor,
y todo se puede cuando se ama.

Estos tres versos pertenecen a un poema de Teresa de San Agustín, priora de las carmelitas de Compiègne, cuyo aniversario de martirio es hoy. Sí, son las famosas del “Diálogo de carmelitas” de Bernanos.

Estas palabras fueron escritas en un tiempo y en unas circunstancias completamente diferentes a los nuestros; sin embargo me las digo a mí, y os las repito a cada uno de vosotros que buscáis la armonía entre fe y afectividad, que trabajáis para que nuestras Iglesias y nuestras sociedades nos acepten y respeten. ¡Ánimo! Que si todo lo hacemos en unión al Amor, todo es posible.

14 de julio de 2010

Decir Dios

Toda palabra sobre Dios va hacia la mentira o la ideología cuando no nace de la oración, de la intimidad paciente con Aquel que es el Verbo, Palabra de Dios, fuente de nuestros balbucimientos de creyentes en camino. […] Sin embargo tenemos que intentar hablar de Dios, atreverse en una ruta de aproximación a la divina Presencia. Algunos y algunas lo hacen a través de la teología; otros, de la literatura, de la poesía, del teatro; otros incluso a través del arte: pintura, escultura, música, danza… La experiencia espiritual de uno puede entonces convertirse en sendero; diciéndose, la palabra puede entonces arar en nosotros su surco; el lenguaje pacientemente forjado en común se hace entonces vínculo fraterno, fundamento de la comunidad, fermento de Iglesia. El creyente, el buscador de Dios siempre en éxodo, debe intentar decir, hacer suyas las palabras de de sus hermanos y hermanas, palabras de ayer sedimentadas por la Historia y pulimentadas por la oración del tiempo, palabras de hoy a seguir inventando.

B. Révillion, en “Panorama”, n° 467


Creo que estas palabras explican bastante bien el reto que tenemos delante los creyentes homosensibles: sin dejar de lado lo que nuestros antepasados en la fe nos han legado, lo que podamos aprender en la intimidad de nuestra oración, osar un lenguaje para poder declinar de todas las formas posibles esta buena noticia: ¡el Amor del Señor es eterno, y es para todos!

10 de julio de 2010

15 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (10, 25-37)

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Él le dijo:
-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?
Él letrado contestó:
-Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
Él le dijo:
-Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:
-¿Y quién es mi prójimo?
Jesús dijo:
-Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
Él contestó:
-El que practicó la misericordia con él.
Díjole Jesús:
-Anda, haz tú lo mismo.

Si es que no se trata de que el otro sea mi prójimo, sino de ser prójimo para él y testimonio del poder del Amor de Dios... ¡Casi nada!

6 de julio de 2010

La Presencia

Me acuerdo que, cuando era pequeñito, me hablaban a menudo de la presencia de Dios; no debía nunca olvidar que El estaba todo el tiempo conmigo, y que veía todo lo que yo hacía, incluso cuando lo hacía a escondidas. Así que atención al pecado, porque Dios estaba al corriente de todo. ¡Horror! El sabía que me gustaban más los niños que las niñas… Esta omnipresencia del Juez Supremo era pesante y pesada, une derivación “piadosa” del Gran Hermano orwelliano, una imposibilidad a estar solo… Y reconozco que yo soy muy celoso de mis momentos de soledad desde siempre.

No ha sido que mucho más tarde que he comprendido que esta presencia del Señor no tiene nada que ver con la figura del Juez, ni con la figura del Abuelito complaciente. Es una Presencia hecha de Belleza, de Amor respetuoso y exigente; una Presencia que me invade y que me conoce mejor que yo mismo, una Presencia que asume en Sí todo lo que soy para conducirme cada vez más a El y a los otros.

Dios habita en lo más íntimo de nuestra intimidad, no para juzgarla, sino para realzarla, desde nuestra realidad humana.

5 de julio de 2010

De regreso

Unas palabras a mi regreso para deciros que muchas gracias por vuestra oración en estas últimas semanas. Como el salmista puedo decir aquello de “el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. En estos días siempre ha habido un gran espacio en mi oración por los lectores del “Frasco de Alabastro”.
¡Hasta mañana!

17 de junio de 2010

Hasta pronto





Por una serie de circunstancias, hoy empiezo unas vacaciones inesperadas, pero no por ello menos bienvenidas. En las próximas tres semanas viajaré un poco, y viviré momentos fuertes, como un nuevo paso en mi compromiso en Communion Béthanie, para lo que me preparo y me dejo preparar por El. Y ya sabéis que, aunque no escriba nada aquí hasta primeros de julio, siempre os tengo presentes en mi oración. Hoy me atrevo a pediros la vuestra, para que me acompañéis en estos días tan importantes. Muchas gracias, y ¡hasta pronto!

16 de junio de 2010

La belleza

Si miramos a una persona, y no percibimos la belleza en ella, no podremos ayudarla en nada. No se puede ayudar a alguien aislando lo que va mal en él, lo que es feo, deformado. Jesucristo miraba todos aquellos con los que se encontraba -la prostituta, el ladrón- y veía la belleza escondida en ellos. Era, quizás, una belleza deformada, estropeada, pero no por ello menos belleza, y El actuaba de tal manera que esta belleza salía a la luz. Esto es lo que deberíamos aprender a hacer con los otros. Pero, para llegar a esto, necesitamos sobre todo un corazón puro, intenciones puras, el espíritu abierto –lo que no se da a menudo-… para poder escuchar, mirar y ver la belleza escondida. Cada uno de nosotros es la imagen de Dios, y cada uno de nosotros se parece a un icono deteriorado. Pero si se nos diera un icono deteriorado por el tiempo, por los acontecimientos, o profanado por el odio de los hombres, lo trataríamos con ternura, con reverencia, el corazón roto. Le daríamos importancia a lo que le queda de belleza, no a la que ha perdido. Debemos aprender a reaccionar así con cada uno…


Anthony Bloom, monje ortodoxo.
Revista “Ombres et Lumière”, n°114, junio 1996.

12 de junio de 2010

11 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (7, 36-50)

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
-Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
-Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
-Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
-Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
-Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
-Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
-Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
-¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
-Tu fe te ha salvado, vete en paz.


Y es que, a fin de cuentas, sólo el amor es lo que cuenta. Bueno, hay otro reto: saber acoger el perdón profundo del Señor, y que aquellos que nos rodean son también perdonados de la misma manera.

8 de junio de 2010

Los solos



Te pedimos, Señor, por todos los ignorados
que nadie nunca va a amar,
que no amarán a nadie,
que sólo tendrán del amor
una visión ajena,
y que sólo mirarán al amor
con indiferencia.

Te pedimos, Señor, por todos aquellos
que aman de verdad el amor
sin poder nunca vivirlo,
y por todos aquellos que sienten
todavía más el dolor de su soledad
o el sufrimiento del abandono,
cuando ven desde fuera
el amor de los otros hombres
que se dilata en torno a ellos
sin que nunca los envuelva.

Señor, te pedimos por ellos:
dales el ser amados,
de cruzar el camino de un amor
que dé a sus vidas el impulso creador
que les llevará a Ti.


François Chagneau
(Revista Prier, n° 322)

5 de junio de 2010

10 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (9, 11b-17)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

A la primera lectura de este texto dos situaciones me llamaron la atención: Jesús se acerca a los que lo necesitan para responder a esta necesidad; y, después, los discípulos se encuentran con una situación que es más bien un callejón sin salida. La respuesta es la misma: “dadles vosotros de comer”. Nos toca a nosotros actuar ahora, sabiendo que contamos con El. Incluso momentos difíciles que nos parecen insolubles… ¿Qué es más fácil? ¿Dar a comer a 5000 con unos cuantos panes, o que la alta jerarquía eclesiástica reconozca nuestro derecho a amar y ser amados?

1 de junio de 2010

Jesús, nuestra Madre














Nuestro Padre el Altísimo, Dios todopoderoso, El que es el Ser y que nos conoce y nos ama, y esto desde antes del comienzo del mundo. El nos conoce en la plenitud de su maravilloso amor, y por el designio eterno previsto por la Santísima Trinidad, ha querido que la segunda Persona fuera nuestra Madre, nuestro Hermano y nuestro Salvador. Y de esto se sigue que así como El es verdaderamente nuestro Padre, Dios es también verdaderamente nuestra Madre. Nuestro Padre quiere, nuestra Madre hace, nuestro buen Señor el Espíritu Santo confirma. Así nos corresponde amar a nuestro Dios en quien tenemos nuestro ser, dándole gracias con reverencia y alabándolo por habernos creado, rezando con fuerza a nuestra Madre para obtener misericordia y piedad, y a nuestro Señor el Santo Espíritu para obtener gracias y auxilio. […] Así Jesús es nuestra verdadera Madre según la naturaleza porque El, que es Dios, nos ha creado; y El es nuestra Madre según la gracia porque El ha tomado nuestra naturaleza creada. Todas las hermosas realizaciones, todos los dulces cuidados prevenientes de una inestimable Maternidad, todo esto es lo propio de la segunda Persona. […] Yo comprendo que hay tres maneras de considerar la Maternidad en Dios. La primera se funda en que El ha creado nuestra naturaleza. La segunda, en que El ha tomado nuestra naturaleza –y ahí empieza la Maternidad de gracia. La tercera es una Maternidad de acción, en la que hay una expansión infinita, por la misma gracia, a lo largo y a lo ancho, en altura y en profundidad. Y todo esto es un solo Amor.


Juliana de Norwich (1342-1416?)

30 de mayo de 2010

Trinidad Misericordiosa



En esta imagen vemos al hombre como centro. Lógico, dirá la mayoría. Pero es que aquí, el hombre central, no es el hombre victorioso, perfectamente autónomo y orgulloso de todas sus conquistas: al contrario, es el hombre en toda su debilidad y miseria, y en toda su dignidad.

En torno a él, el increíble Amor: el Padre abraza y sostiene a este hombre, mientras que el Hijo besa y lava sus pies (¿a quién me recuerda este gesto?), y el Espíritu, suave y violento a la vez, quiere llenarle de Su presencia. Dios hace del hombre –de cada varón y de cada mujer- Su centro. El ha elegido la senda del don, de la misericordia inalterable, del Amor desbordado.

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.

29 de mayo de 2010

Solemnidad de la Trinidad


Hay que reconocerlo: esta fiesta de la Trinidad que celebraremos mañana nos pilla un poco lejos, y el dogma al que hace referencia nos parece un híbrido entre un crucigrama y una novela de ciencia-ficción. Y, sin embargo, ¡es el misterio central del cristianismo!

No pretendo dármelas de teólogo, pero no podemos dejar de lado la manera de ser de nuestro Dios, nuestro único Dios, en tres Personas. Al origen, el Padre, que engendra al Hijo: el Padre se da todo al Hijo, y viceversa, y este mutuo Amor es el Espíritu Santo. Y Dios es Amor (1Jn 4, 8). ¡Claro que es incomprensible! Ante esta realidad sólo podemos callar y adorar…

Todo esto ha sido revelado por el Hijo, hecho hombre en Jesús de Nazaret. Es El quien nos ha enseñado que Dios es Padre, y esto es mucho más que una mera metáfora o un simple atributo: pensemos en la oración que El enseña a los discípulos, en la mal llamada parábola del hijo pródigo, o en todo el discurso de la última cena contado en el evangelio de Juan. Movidos por el Espíritu, a través del Señor Jesús, vamos hacia el Padre, que sólo espera de nosotros que seamos capaces de aceptar el reto de ser amados por El… porque nadie puede ponerle barreras a este Amor.

23 de mayo de 2010

El Espíritu de Dios


Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
(1Cor 12, 3b-7. 12-13)


La verdadera inclusividad es también un fruto y un don del Espíritu Santo. ¡Bendito sea Dios!

17 de mayo de 2010

Homofobia



Me da un poco de corte reconocerlo, pero no doy escrito nada que me guste sobre el día de hoy. Sólo me vienen a la cabeza algunas ideas inconexas, a las que no llego a darle forma. En cambio, en la oración contemplo a Jesús acogiendo a todos; o a Pedro cuando, rompiendo con la ley judía, entró en casa de un romano e incluso le bautizó con toda su familia (Hch 10). Sin olvidar la acción de gracias por tantos pasos adelante que se dan, tengo muy presentes en la intercesión a las víctimas de la homofobia, a lo largo y ancho de este planeta mundo; también a sus agresores.

Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen…
(Lc 23, 34)

15 de mayo de 2010

Ascensión


He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
(Mt 28, 20)

No es cuestión, pues, de un suceso extraño acaecido hace unos cuantos siglos; es más bien una nueva presencia del Señor cada día en la vida de cada uno…

13 de mayo de 2010

Una pequeña indiscreción

En principio no me gusta hablar de mí en este blog; mi persona no es el tema principal. Vaya, que ni siquiera he puesto una foto mía. Sin embargo, hoy voy a hacer una excepción: aquí podéis leer un pequeño testimonio de vida…

Pour ceux et celles qui préfèrent le lire en français, c'est par ici!

11 de mayo de 2010

Dar gracias





Si agradecieras a Dios por todas las alegrías que te da, no tendrías mucho tiempo para quejarte.


Maestro Eckhart

8 de mayo de 2010

6 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (14, 23-29)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.




Ya con la primera frase de este texto me quedo sin palabras: “haremos morada en él”… Ante este misterio, ¿qué decir? Darle gracias a este Dios, Uno y Tres, que no mira si somos gays, heteros, o trans para venir a vivir en cada uno de nosotros. Su paz sobre Su pueblo…

6 de mayo de 2010

Confianza




Porque Dios quiere que nosotros estemos siempre llenos de confianza en el amor, y en paz y tranquilos, como El lo está con nosotros. Como El está con nosotros, así quiere que nosotros estemos con nosotros mismos y con nuestros hermanos cristianos. Amén.


Juliana de Norwich

4 de mayo de 2010

Amar... simplemente?

Mi querido Víctor: me permito responder aquí al comentario que has dejado en mi último articulo, porque quisiera continuar tu reflexión en un espacio más amplio que el de una simple respuesta.

¿Cómo amó Jesús? Creo que la respuesta a esta cuestión no está tanto en el razonamiento como en el contacto con El. No me gusta a mí tampoco hablar demasiado de mí, pero voy a hacer una mínima excepción: cuando empiezo mi rato de oración, siempre le digo al Señor: Ayúdame a conocerte más para amarte mejor. Me parece que es en la relación con El como podemos aprender a amar como El.

De todas formas hay amores y amores: el amor que yo puedo tener hacia mi pareja, mi familia, mis amigos, es más del orden de la emoción y de la voluntad. El amor hacia el prójimo es cuestión de la voluntad, no del sentimiento. Creo que en nuestras vidas cotidianas podemos encontrar ejemplos de eso: el compañero de trabajo al que no soportamos, pero al que le hacemos pequeños servicios a pesar de todo; la vecina insoportable y quejica; el novio idiota de un amigo… Amar al prójimo lo entiendo como un querer buscar su bien, ni más ni menos… incluso cuando el sentimiento nos dicta lo contrario.

Mi amor es tremendamente defectuoso; poco a poco, en la escucha de la Palabra hecha hombre, aprendo en la vida. Oremos uno por el otro para que caminemos siempre en este sentido. Un abrazo.

1 de mayo de 2010

5 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (13, 31-33a. 34-35)

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
- Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.

Seamos claros: el Señor no nos puede pedir imposibles, ni pretender hacer del hombre un dios frustrado. Amar como El nos ama no es cuestión de cantidad, sino de calidad. Jesús ama con toda su capacidad divina; a lo que nos invita es a amar con toda nuestra capacidad de hombres y mujeres… Y ya es bastante, ¿no os parece?

28 de abril de 2010

Salmo 26 (27)

Salmo 26
1El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

2Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

3Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

4Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

5Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

6y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

7Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
8Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor,
9no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

10Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

11Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

12No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

13Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

14Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.


Hoy os invito a orar este salmo, tan impregnado de alegría y confianza… Es una hermosa descripción de la relación amorosa entre Dios y el hombre, ¿no os parece? El nos sostiene, nos invita a la intimidad con El (ver Su rostro, sumergirse en la mirada de amor que El dirige a cada uno…), y que nunca nos rechazará. Pueden acusarnos de pedófilos, decir que no tenemos sitio en la Iglesia… o sí, pero a condición de renunciar al amor humano. Pueden decir lo que quieran: El no nos abandona, y no nos cierra las puertas de Su casa. ¡Que El sea siempre para nosotros luz y salvación!

24 de abril de 2010

4 domingo de Pascua



Del evangelio según san Juan (10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús:
- Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.


Creo que fue san Agustín quien dijo aquello que “la medida del amor es amar sin medida”… Esta es la actitud de base de Jesús, el Señor: El está profundamente implicado con aquellos a quienes ama; y Su amor es totalmente libre. ¿Es que alguien se atrevería de decirle “oye, mira, no traigas a ésos a tu redil”?

21 de abril de 2010

Una bienaventuranza

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros a causa de mi nombre. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. (Mt 5, 10)

Siempre entendí esta bienaventuranza en el siguiente sentido: bienaventurado aquel que es perseguido porque sigue el camino señalado por Cristo Jesús. Seguramente fue este sentido el que quiso darle el evangelista. Esta fue la realidad cotidiana de las primeras generaciones cristianas… y aún sigue estando de actualidad para los cristianos en ciertos países.


Sin embargo, pienso que podemos darle un poco la vuelta… Alguien es perseguido, injuriado, calumniado en nombre de Dios, y ése entraría también en esta bienaventuranza, ¿no? Así, cuando dicen que los homosensibles no tenemos derecho a amar y ser amados, que somos unos enfermos, o que desconocemos el sentido de palabras como fidelidad o fecundidad, vaya… Claro que de entrada me cabrea; después, bueno, veo como gracias a esa gente me acerco más al Maestro. ¡Gracias! Pero, sobre todo, gracias, Señor.

17 de abril de 2010

3 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (21, 1-19)
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
- Me voy a pescar.
Ellos contestan:
- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
- No.
Él les dice:
- Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
- Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
El le contestó:
- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Él le dice:
- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
- Sígueme.


Reconozco que esta semana no he tenido mucho tiempo para preparar este artículo; y que ahora, en unos minutos, no puedo improvisar un comentario a este texto tan sugerente… El Resucitado viene a nuestro encuentro en nuestra cotidianeidad, El hace fecundos nuestros esfuerzos, comparte con nosotros lo que nosotros podemos buenamente ofrecer; amándonos, nos pregunta por nuestro amor…

13 de abril de 2010

Mi querida Iglesia

Escribo este billete demasiado rápido, porque apenas tengo tiempo hoy, y mañana me voy de viaje unos días. Pero es que noticias como las que da hoy Víctor en su blog son descorazonadoras, y no puedo dejar de reaccionar… La actitud de un prelado (¿pastor?) y la respuesta de una mujer. ¿Cuál es la mía? De entrada un poco de cólera, de tristeza, y después ánimo y estímulo. Parafraseando un poema de Blas de Otero, muy conocido gracias a la voz de Ana Belén, podría decir hoy: Iglesia, camisa blanca de mi esperanza, siempre madre y a veces madrastra…

En la barca de Pedro estamos todos, lo queramos o no, y lo siento por Monseñor, pero ni él ni nadie va a quitarme la fe en el Cuerpo Místico de Cristo; pertenezco y estoy en el medio de la comunión de los santos, y aunque yo sólo sea un perrillo que derrapa de alegría delante de su Dueño, sé que nada ni nadie podrá separarme del Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.


NB: Anda, qué curioso… mis dos últimos artículos terminan por la misma frase…

12 de abril de 2010

¿Un poco osado?

Hay algo que he “descubierto” no hace mucho, y que en su momento he formulado así: no importa lo que haga, el amor de Dios estará siempre sobre mí. Reconozco que al principio me asusté un poco de mi osadía, y pensé que se me estaba yendo la olla hacia una especie de autocomplacencia. Sin embargo, más lo pienso, más lo llevo a la oración, más lo vivo, más seguro estoy que no es una mera locura.

Voy a contar una historieta, a ver si así me explico un poco mejor. Imaginemos una pareja que, por circunstancias, viven separados: uno en Europa, el otro en Estados Unidos. Lógicamente no pueden verse a menudo, aunque intentan estar en contacto frecuente. Se quieren, eso se da por supuesto. El que está en Europa está loquito de amor por su novio: cada vez que se compra algo, busca también un regalo para enviarle al otro; piensa en él constantemente, tiene su casa decorada con fotos de los dos, o del novio solo. El novio, el que vive en Estados Unidos, también quiere a su pareja. Pero bueno, no siempre es irreprochable; le encanta ir de ligue y hay veces que pasa la noche entre unos brazos ajenos. Y aquí este hombre tiene tres opciones:

  • No decir nada a su novio, y continuar a vivir su vida como si nada. Poco a poco, sin que se dé cuenta, su amor se irá haciendo más pequeño. Cuando reciba un paquete con un regalo, se fijará más en el objeto enviado que en el porqué del regalo.
  • Esforzarse por vivir como él cree que su novio querría. Cada vez que tiene un desliz se deprime muchísimo, y hay veces que se lo cuenta a su pareja. Cuando recibe un paquete con un regalo, uf!, llora más que una magdalena, y muerto de vergüenza esconde el objeto en un cajón.
  • Darse cuenta que su amor por su novio es más limitado que el amor que recibe. No es que le cuente a su novio cada vez que sale de ligue, es que ya lo han hablado mil veces, y sabe que su novio le ama tanto que hasta eso le pasa. Intenta compensar sus faltas desarrollando otras cosas, como pasarse toda una semana pateando la ciudad por encontrar ese cd que tanto va a gustarle al que está en Europa. Cuando recibe un paquete con un regalo sabe que jamás podrá hacer exactamente igual, pero intenta corresponder como buenamente puede.
¿Y el novio que está en Europa? Sólo tiene una opción: seguir amando; aun más: cambiará o no la expresión de su amor según su compañero esté más o menos dispuesto. Incluso sería capaz de eclipsarse una temporadita si la felicidad de su novio dependiera de ello.



Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Rm 8, 38-39)

10 de abril de 2010

2 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (20, 19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.


La alegría de la Resurrección, antigua y siempre nueva… esto parece una frase hecha, uno de tantos lugares comunes. Sin embargo, los enamorados saben bien esto, que el amor se estrena cada día, aunque haga años que está presente. Pues lo mismo para esta alegría amorosa del Hijo resucitado y presente entre nosotros. Cierto que a veces puede costar creerlo, pues es algo tan maravilloso que nos sobrepasa… El amor del Hijo es para cada uno de nosotros: se trata de saber acogerlo en nuestras vidas para que El nos vivifique. No para que nos cambie, por favor, sino para darnos vida y repartirla.

3 de abril de 2010

Sábado santo: “y descendió a los infiernos” (salmo 21, parte 2)



Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.

Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
hacia el pobre desgraciado;
no le ha escondido su rostro:
cuando pidió auxilio, le escuchó.

Él es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que le buscan:
viva su corazón por siempre.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.

Porque del Señor es el reino,
él gobierna a los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor.

(Salmo 21, 24-32)

2 de abril de 2010

Viernes santo: salmo 21 (1)


Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.

Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste.


Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.”

Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.


Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
abren contra mí las fauces,
leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;

mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.


Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a este pobre, de los cuernos del búfalo.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

(Salmo 21, 2-23)