¡Aleluya!
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
2Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
3de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
4El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
5¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
6y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
7Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
8para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
9a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Creo que a Dios le encantan las paradojas, y, como para muestra un botón, aquí esta este salmo: El nos sobrepasa, jamás podremos encerrarle en nuestras categorías humanas; sin embargo se acerca a cada uno de nosotros, con Amor eterno. Esta es, me parece, la experiencia fundamental de todo camino de fe: saberse amado, amada de El, con un Amor que no es sólo sentimiento, sino activo. ¿Nos unimos hoy en una alabanza al Señor, con todos los pueblos?