Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

28 de abril de 2011

Dimanche - Domingo

Domingo de primavera, con todo lo que conlleva: un hermoso sol, un aire fresco y delicado como una caricia… Pero la única caricia que siente Edi es una camilla bajo su espalda en la sala de urgencias del hospital. Fue en el trabajo; Edi se acuerda que llevaba una bandeja con dos cafés con leche, un cortado, cuatro donuts y una caña de chocolate cuando, de golpe, el mundo desapareció. Al abrir los ojos se vio rodeado de varios rostros preocupados, y comprendió que se había desmayado. El jefe llamó una ambulancia, y fue así como Edi llegó al hospital.

Edi mira en derredor. A su derecha, una anciana gime débilmente; en una silla de ruedas un hombre con la mirada perdida suspira, inquieto. Otro más joven mira febrilmente su reloj e increpa a las enfermeras por la tardanza; otra mujer lleva la resignación escrita en su cara… Edi se sabe parte de este catálogo de dolores humanos. Es más, le parece que nunca se ha sentido tan hermano de perfectos desconocidos como los que están con él en esa sala. De una manera que no podría explicar, sabe también que el Señor está unido a todos ellos. Edi está aturdido, no es capaz de pensar con claridad; pero quizás no es cuestión de pensar, sino de algo que va más allá del entendimiento… Los hombres ligados los unos a los otros, y el Maestro Resucitado con todos y cada uno… 

Es de noche cuando Edi vuelve a casa, con un diagnóstico de exceso de stress, cuatro puntos de sutura en la cabeza y una baja por enfermedad en el bolsillo. Y aunque parezca absurdo, está convencido que ha pasado uno de los mejores domingos de su vida.




Dimanche de printemps, avec tout ce qui comporte : un beau soleil, un air frais et doux comme une caresse… Mais Edi n’a que la caresse d’un brancard sous son dos à la salle d’urgences de l’hôpital. Ça a été au travail ; il se souvient de porter un plateau avec deux cafés au lait, un café noir, deux pains aux raisins et un au chocolat quand, soudain, le monde disparut. En ouvrant les yeux Edi était entouré de plusieurs visages inquiets, et il comprit qu’il avait fait une malaise. Le patron appela les pompiers, et c’est ainsi qu’Edi arriva à l’hôpital.

Il regarde autour de lui. A sa droite, une vieille femme gémit légèrement ; sur un fauteuil roulant, un homme au regard perdu soupire, soucieux. Un autre plus jeune n’arrête pas de regarder sa montre et blâme les infirmières pour le trop d’attente ; une femme porte sur son visage la résignation… Edi se sait partie de ce catalogue de souffrances humaines. Même plus, il lui semble qu’il ne s’est jamais senti si relié à des parfaits inconnus comme maintenant, avec ceux qui sont avec lui dans cette salle. D’une façon qu’Edi ne pourrait pas expliquer, il sait aussi que le Christ est uni à eux. Edi est très fatigué, il n’est pas capable de réfléchir calmement ; mais il se peut que ce ne soit pas question de réfléchir, qu’il s’agisse de quelque chose au-delà de l’entendement… Les hommes reliés les uns aux autres, et le Maître Ressuscité avec tous et chacun de nous…

C’est nuit quand Edi rentre chez lui, avec un diagnostique d’excès de stress, quatre points de suture à la tête et un arrêt maladie dans la poche. Même s’il semble absurde, Edi est convaincu d’avoir vécu un des meilleurs dimanches de sa vie.

21 de abril de 2011

Un rêve - Un sueño

Ha sido un día duro en el trabajo; Edi está muerto de cansancio, las piernas apenas le sostienen. Como de costumbre, el metro está lleno a rebosar, y tiene que viajar de pie. Apenas llegado a casa, se tira sobre el sofá, pone los pies con zapatos y todo sobre la mesa y se queda dormido. Y entonces tiene un sueño.

Se ve a sí mismo como está en ese momento, tirado en el sofá. La puerta que se abre, y en su salón entra el mismo Cristo, revestido de un manto de púrpura (¿o es un traje de Vittorio & Luchino?) y una corona real. Edi quiere levantarse, ¡qué menos!, pero no es capaz. El Señor se despoja de su manto de púrpura (¿o de la chaqueta?), de la corona, y se arrodilla junto a él. Con sus manos heridas, en un gesto de indecible ternura, desata los zapatos de Edi y se los quita… ¡Qué alivio! Porque los pies le duelen terriblemente. El Señor le quita también los calcetines, coge los pies de Edi en sus manos, y pone un beso en ellos, y le sonríe…

Edi se despierta. Todavía medio dormido piensa que ese beso y esa sonrisa no son sólo para él; ya despierto del todo piensa que, aunque sólo ha sido un sueño, el amor que el Maestro tiene por cada uno de Sus hermanos no se merece, pero que El mismo nos hace dignos de él. Y eso no es un sueño.





Ça a été une trop longue tournée au travail ; Edi est mort de fatigue, il est sur les rotules. Comme il pouvait s’attendre, le métro est plein de monde, et il doit rester debout. Quand il rentre chez lui, il se jette sur son canapé et met les pieds sur la table, sans défaire même les lacets de ses chaussures. Il s’endort tout de suite, et c’est alors qu’il fait un rêve.

Il se voit comme il est en ce moment, sur le canapé. La porte s’ouvre, et dans son séjour, voilà qu’Il entre, le Christ lui-même, revêtu d’un manteau pourpre (ou d’un costume de Dolce & Gabanna ?) et une couronne royale à la tête. Edi veut se lever, quand même !, mais il en est incapable. Le Seigneur enlève son manteau (ou la veste ?), la couronne, et s’agenouille à côté d’Edi. De Ses mains blessées, dans un geste d’indicible tendresse, il lui ôte les chaussures… Quel soulagement ! Car les pieds lui font un mal affreux. Le Seigneur lui ôte aussi les chaussettes, prend les pieds d’Edi dans Ses mains, et y pose un baiser, et lui sourit…

Edi se réveille. Mi endormi encore, il pense que ce baiser et ce sourire ne sont pas que pour lui seul ; bien réveillé ensuite, il pense que l’amour que le Maître a pour chacun de Ses frères n’est pas mérité, mais que c’est Lui-même qui nous en fait dignes. Et cela n’est pas un rêve.

14 de abril de 2011

Père et fils - Padre e hijo

Edi coge el metro y se sienta, sin pensar en nada en concreto; está un poco cansado, y deja ir y venir sus ideas sin pararse en ninguna de ellas. Mira hacia adelante y ahí, enfrente de él, un hombre sentado; está claro que frecuenta un gimnasio: todo en él expresa la fuerza bruta. Sus brazos hipermusculados terminan en dos grandes manazas: con una sujeta una mochila, y con la otra acaricia suavemente la cabeza de su hijo, acurrucado junto a él. El niño está medio dormido, y su padre le mira con una mirada llena de cariño. El contraste entre la fuerza de este hombre y la dulzura de su actitud hace resaltar aún más la inmensa ternura que le une a su hijo.

Edi piensa que nunca ha oído nada tan elocuente sobre la ternura de Dios como esta escena que le es dada de contemplar. El Amor de Dios, el Amor del Padre, no es una mera expresión más o menos afortunada y vacía de contenido, sino que es un misterio que nos sobrepasa completamente. Edi se siente sobrecogido y en paz… Ciertamente, este infinito gran Amor no se merece -¿quién podría merecerlo?-. Edi es bien consciente que lo que le toca es acogerlo simplemente en su vida, dejarlo crecer en él, comunicarlo a los demás. Dejar a Dios ser Padre, consentir a ser hijo y hermano…

Al bajarse del metro Edi musita un padrenuestro, con unas ganas locas de reír de alegría.




Edi prend le métro et s’assoit, sans penser à rien; il est un brin fatigué, et il laisse ses idées venir et aller sans en prendre aucune en compte. Il regarde devant lui et là, juste en face de lui, il y a un homme assis ; c’est clair qu’il fréquente une salle de sport, tout en lui exprime la force en état pur. Ses bras hyper musclés finissent en deux énormes mains : avec l’une il tient un sac à dos, avec l’autre il caresse doucement la tête de son fils, blotti tout contre lui. L’enfant somnole, et son père le regarde d’un regard plein d’affection. Le contraste entre la force qu’il dégage et la douceur de son attitude manifeste plus encore la tendresse qui le relie à son fils.

Edi pense qu’il n’a jamais entendu un discours si éloquent sur la tendresse de Dieu comme cette situation qui lui est donnée à contempler. L’Amour de Dieu, l’Amour du Père, n’est pas une simple expression vide de contenu ; c’est un mystère qui nous dépasse complètement. Edi est ébahi et paisible… Certes, cet infini et grand Amour n’est pas mérité –qui pourrait le mériter ?-. Edi se rend bien compte que ce qu’il a à faire c’est de l’accueillir simplement dans sa vie, le laisser grandir en lui et le communiquer. Laisser à Dieu être Père, consentir à être fils et frère…

En descendant du métro Edi murmure un Notre Père ; il a envie de rire de joie…

7 de abril de 2011

Catho et gay - Católico y gay

Al día siguiente Edi recibe una llamada de Dedé, y, aunque no está de humor, acepta quedar con él para tomar un café esa misma tarde. Edi se imagina muy bien el motivo por el cual él quiere verle, y no se equivoca. Dedé quiere saber exactamente lo que pasó la víspera con Arturo. Vamos, que le gusta el cotilleo y estar al corriente de lo que pasa. Aunque a Edi no le va esa actitud, le hace un breve resumen. Cuando termina, la carcajada de Dedé le pone de peor humor todavía; para él no hay nada gracioso en esta historia. Claro que, al principio, Dedé piensa que aquello de ir a misa no dejaba de ser una excusa original, y cuando se da cuenta de su error su asombro corre parejo a sus ganas de saber. Así que no era una excusa, así que Edi va a misa todos los domingos, así que Edi es practicante… Pero, vamos a ver, ¿en qué cabeza cabe que uno pueda ser creyente y gay al mismo tiempo? En mitad de una frase Dedé silabea la palabra im-po-si-ble. Su voz y su rostro se visten de una verdadera curiosidad acogedora al preguntarle a Edi como puede vivir esta contradicción:

- Tienes que explicármelo, querido, porque no veo como puedes hacerlo, a no ser que tengas una doble personalidad –y la sonrisa de Dedé no es burlona al decir esto.

A Edi de decirle que no, que no hay contradicción ni doble personalidad, que él es siempre el mismo, que su fe y su afectividad son dos dimensiones fundamentales de su vida y él intenta vivirlas plenamente. Que es precisamente en su relación con Dios y con los otros que su vida se unifica y se simplifica.

- Ya… -responde Dedé, tras un breve silencio- Pero ahí no entiendo nada, querido, ya sabes que mi cabecita no da para más, y que la lectura más profunda que puedo tener es el “Hola”. Me sigue pareciendo tan difícil creer lo que me dices… Y, la verdad, no me convence mucho.

Edi no sabe qué responder; no se trata de hacer de bonitos argumentos lógicos, ni de convencer a golpe de silogismos. Se da cuenta también que Dedé no busca ideas abstractas, que de golpe los dos prefieren hablar de la vida.

- Creo que necesitaría verlo, Edi; aunque me imagino que tu fe no se limita sólo a eso me gustaría ir contigo a misa un día y verte rezar, comprobar que eres el mismo con el que me voy de copas y con el que me echo unas risas… Si no te importa, claro…

A Edi no le importa. Le parece que hasta entonces había juzgado a Dedé, que se había quedado en la superficie del personaje. Con una voz insegura al principio, Dedé le cuenta su historia, y Edi acoge en él esta intimidad entregada.




Le lendemain Edi reçoit un appel téléphonique de Dédé et, même s’il n’est pas dans un de ses meilleurs jours, il accepte de se voir et prendre un café ensemble cet après-midi même. Edi s’en doute de la raison pour laquelle Dédé veut le rencontrer, et il ne se trompe pas : Dédé veut savoir exactement ce qui s’est passé la veille avec Arthur. Voyons, il adore les commérages, et être bien au courant de tout. Edi n’aime pas du tout cette attitude, mais il lui fait un bref résumé. L’éclat de rire de Dédé à la fin de l’histoire dérange Edi au plus vif ; pour lui il n’y a rien de drôle là. Dédé met un petit moment pour réagir… ce n’était pas donc une excuse bancale ? Alors, Edi va à la messe tous les dimanches ; alors Edi est croyant… Dédé est étonné, et veut savoir encore plus, parce que, voyons, comment l’on peut être gay et catho en même temps ? Dédé prononce clairement le mot « im-po-ssi-ble ». Sa voix et son visage s’habillent d’une vraie curiosité bienveillante quand il demande à Edi de lui expliquer comment il fait pour vivre cette contradiction :

- Il faut que tu me racontes, mon cher, parce que je ne vois pas comment tu peux le faire, sauf si tu as une double personnalité…

A Edi de lui dire que non, qu’il n’y a pas de contradiction ni de double personnalité, qu’il est toujours lui-même, que sa foi et son affectivité sont deux domaines fondamentaux dans sa vie et il essaye de les vivre pleinement. Que c’est précisément dans sa relation avec Dieu et avec les autres que sa vie s’unifie et se simplifie.

- Je vois –dit Dédé, après un bref silence- mais je ne comprends rien là, mon cher. Je n’ai qu’une petite tête, figure-toi que ma lecture la plus profonde est « Closer ». Il me semble si difficile de croire ce que tu me racontes… Je ne suis pas convaincu…

Edi ne sait pas quoi dire ; ce n’est pas question de faire de belles argumentations logiques, ni de convaincre à coups de syllogismes. Il se rend compte que Dédé ne cherche pas de réponses théoriques, que tous les deux préfèrent parler de la vie.

- J’aurais besoin de le voir, Edi ; même s’il me semble que ta foi ne se limite pas à ça, j’aimerais aller à la messe un jour avec toi et te regarder prier, vérifier que tu es le même mec avec qui je fais la fête et avec qui je prends de belles rigolades… Si cela ne te dérange pas, bien entendu…

A Edi cela ne le dérange pas. Jusqu’à maintenant il avait mal jugé Dédé, il était resté à la surface du personnage. D’une voix peu assurée au départ, Dédé lui raconte son histoire, et Edi accueille cette intimité livrée.