Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablabais en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
Bueno, esto me hace pensar en la historia del padre que aún no se ha muerto y los hijos que se reparten la herencia… Menos mal que Jesús mismo nos da una clave de comprensión: no es cuestión de ser mejor o peor, se trata de ver a los otros como dignos de ser servidos. ¿Qué os sugiere a vosotros este pasaje?
2 comentarios:
La verdad es que es un pasaje que da mucho que pensar... solemos tender a pensar que es muy apropiado para los religiosos y religiosas, podemos llegar a creer que madre Teresa o Soeur Emmanuelle, o el mismo Abbé Pierre podían encontrar ahí el fundamento de sus respectivos carismos y...hasta la próxima y quedarnos tan tranquilos.
sin embargo, la palabra de Jesús es la Palabra que nos interpela....¡a todos y cada uno de los que la leemos...! No es "obligatorio" ingresar en una orden dirigida al servicio a los demás, es nuestra propia vida la que ha de hacerse servicio para los demás.
¿También permaneceremos nosotros callados?
Pues espero que no, y que seremos capaces de hablar con nuestra vida cotidiana, con nuestros gestos de siempre y, cuando la ocasion se presente, también con palabras sencillas.
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