Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Ábrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
Lo que más me llama la atención de este texto es este movimiento que hacen Jesús y el sordomudo: apartarse de la multitud, dejarse tocar por El para “reaprender” a escuchar primero, y a hablar después, y volver luego con los otros.
La verdad es que me encantaría que, si a alguien le apetece, dejara un comentario sobre lo que este texto le sugiere; sería hacer una especie de lectura compartida del evangelio del domingo para profundizar en él los unos con los otros.
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