Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

5 de octubre de 2009

Una moral impuesta es inmoral

Monseñor Rouet, arzobispo de Poitiers, acaba de publicar un libro, titulado Me gustaría deciros , en el que toca muchas cuestiones candentes de la Iglesia. No sé si habla de homosensibilidad o no, porque no lo he leído. Pero en una de las (demasiadas) revistas a las que estoy suscrito vienen varios párrafos: aquí transcribo uno del capítulo 4, sobre la moral. Como veréis, el arzobispo no tiene pelos en la lengua y nos devuelve a cada uno nuestra responsabilidad:

Estoy convencido que no se puede presentar la verdad moral, como si esto permitiera a la conciencia esquivar sus responsabilidades. De hecho sería inmoral eliminar la elección y la decisión del acto realizado. Una verdad moral totalitaria es una verdad que se sale de la moral y se transforma en imposición. La moral va más allá de la imposición. Ella está en el terreno de la elección y nos ilumina. Dicho esto, me parece que la oposición fundamental en el Evangelio no se da entre el bien y el mal. Nosotros leemos así las cosas. La oposición en el Evangelio se da entre apertura y cerrazón. Constatamos que personas poco morales siguen a Cristo y que personas muy morales no le siguen; igual que unos muy morales siguen a Cristo y otros inmorales no lo hacen. Dicho de otra manera, no es en términos de bien o mal que se mueve el Evangelio, sino en capacidad de acogida o de cerrazón; porque se puede llevar una vida moral y estar cerrado, lo cual nos muestra que la verdad moral no es la sola verdad a tener en cuenta para una cualidad de vida. Lo que se ha de tener en cuenta es nuestra propia relación a esta verdad. Yo puedo tener hacia la verdad moral una relación de fariseo. Puedo tener una relación de exclusión, de condena; de violencia, de armamento político. Este exceso, este rigor hacen detestables las “ligas de virtud”. En realidad, la primera verdad moral consiste en interrogarme a mí mismo lo que yo hago de la moral. Sino, dejo el terreno de la verdad para entrar en el terreno de las instrucciones, de los horarios de tren, de la sujeción.

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