En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
-Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
-Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
-Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
-Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Necio esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quien será?” Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios.
“A la tarde te examinarán en el amor”, escribió san Juan de la Cruz. No sólo a la tarde de esta vida, sino al final de cada día, de cada actividad. Al final, lo único que queda, lo único que cuenta, es el amor que hemos puesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario