En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
A la primera lectura de este texto dos situaciones me llamaron la atención: Jesús se acerca a los que lo necesitan para responder a esta necesidad; y, después, los discípulos se encuentran con una situación que es más bien un callejón sin salida. La respuesta es la misma: “dadles vosotros de comer”. Nos toca a nosotros actuar ahora, sabiendo que contamos con El. Incluso momentos difíciles que nos parecen insolubles… ¿Qué es más fácil? ¿Dar a comer a 5000 con unos cuantos panes, o que la alta jerarquía eclesiástica reconozca nuestro derecho a amar y ser amados?
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