Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

30 de mayo de 2010

Trinidad Misericordiosa



En esta imagen vemos al hombre como centro. Lógico, dirá la mayoría. Pero es que aquí, el hombre central, no es el hombre victorioso, perfectamente autónomo y orgulloso de todas sus conquistas: al contrario, es el hombre en toda su debilidad y miseria, y en toda su dignidad.

En torno a él, el increíble Amor: el Padre abraza y sostiene a este hombre, mientras que el Hijo besa y lava sus pies (¿a quién me recuerda este gesto?), y el Espíritu, suave y violento a la vez, quiere llenarle de Su presencia. Dios hace del hombre –de cada varón y de cada mujer- Su centro. El ha elegido la senda del don, de la misericordia inalterable, del Amor desbordado.

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso Señor,
Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.

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