Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

27 de enero de 2011

De profundis

Edi había previsto un tiempo de oración esa mañana antes de ir a trabajar, cuestión de empezar bien el día. Pero se estaba tan bien en la cama… Se quedó adormilado, saboreando esos minutos de más entre las sábanas, y pasó lo que suele pasar en estos casos, que sólo tuvo tiempo para una ducha rápida y un café a toda velocidad. “Aprovecharé el tiempo en el metro”, se dijo.

Pero con las prisas no se llevó el libro que suele utilizar para la oración, y sentado entre la multitud intentó recordar un salmo. El primero que le vino a la cabeza fue el 129, ese que empieza “desde lo hondo a Ti grito, Señor”. ¡Qué salmo tan apropiado, ahora que está en lo hondo de la ciudad, a varios metros bajo el suelo! Y, medio dormido todavía, sonrió su propio chiste.

“Desde lo hondo a Ti grito, Señor”… Como una cancioncilla oída en la radio, esas palabras le rondaron la cabeza, incluso entre el barullo del trabajo. Edi pensó, sobre todo, en aquellos momentos en los que su ánimo estaba más bajo que el metro; pensó también en aquellos a quienes le han robado la esperanza, o la han perdido. “Desde lo hondo a Ti grito, Señor”… Salmo de funerales, salmo penitencial; lo hondo del dolor, lo hondo del pecado.

Edi frunció el ceño, se sentía frustrado como el que percibe el aroma del mar pero no lo ve. Intentó dejarlo de lado y concentrarse en su trabajo, pero a lo largo de todo el día siguió dándole vueltas. Tan sólo por la noche, mientras veía una película en la tele, se dio cuenta. Cogió su cuaderno y escribió: “Desde lo hondo a Ti grito, Señor, desde lo hondo de mi vida de cada día, desde lo hondo del cansancio del trabajo y desde lo hondo de las risas compartidas con mis amigos; desde lo hondo de cada minuto a Ti grito, Señor.” Y las horas le parecieron mucho más ricas.




Edi avait prévu un temps de prière ce matin avant d’aller travailler, c’était question de démarrer bien la journée. Mais il était si bien au lit… Il sommeilla, en goûtant ces minutes en plus entre les draps, et ce qui pouvait arriver arriva : Edi n’a eu du temps que pour prendre une douche rapide et ingurgiter un café à toute vitesse. « Je vais profiter le temps au métro », se dit-il.

Mais il était si pressé qu’oublia son psautier, et, assis entre la multitude, il essaya se souvenir d’un psaume. Le premier qui l’est venu à la tête était le 129, celui qui commence « des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur ». Quel psaume si adapté maintenant qu’il est dans les profondeurs de la ville, quelques mètres sous terre ! Et, encore mi-endormi, il sourit sa propre blague.

« Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur »… Comme une chanson entendue à la radio ces mots le rôdaient la tête, même dans le brouhaha du travail. Edi pensa, surtout, à ces moments de sa vie où son moral était plus bas que le métro ; il pensa aussi à tous ceux à qui l’on a volé l’espoir, ou qui l’ont perdu. « Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur »… Psaume de funérailles, psaume pénitentiel ; les profondeurs de la douleur, les profondeurs du péché.

Edi fronça les sourcils, il était frustré comme celui qui sent l’arôme de l’océan, mais ne le voit pas. Il se concentre sur son travail, mais tout au long de la journée il continua à y réfléchir. Cela n’a été que tard le soir, pendant qu’il regardait un film à la télévision, qu’il s’est rendu compte. Edi prit son cahier et il y écrit : « Des profondeurs je crie vers Toi, Seigneur, des profondeurs de ma vie de chaque jour, des profondeurs de la fatigue du travail et des profondeurs des rires partagés avec mes amis ; des profondeurs de chaque minute je crie vers Toi, Seigneur. » Et les heures lui semblèrent beaucoup plus riches.

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