Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

18 de septiembre de 2010

25 domingo del Tiempo Ordinario

Salmo 112 (113)

¡Aleluya!
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
2Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
3de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
4El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
5¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
6y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?
7Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
8para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
9a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.


Creo que a Dios le encantan las paradojas, y, como para muestra un botón, aquí esta este salmo: El nos sobrepasa, jamás podremos encerrarle en nuestras categorías humanas; sin embargo se acerca a cada uno de nosotros, con Amor eterno. Esta es, me parece, la experiencia fundamental de todo camino de fe: saberse amado, amada de El, con un Amor que no es sólo sentimiento, sino activo. ¿Nos unimos hoy en una alabanza al Señor, con todos los pueblos?

11 de septiembre de 2010

24 domingo del Tiempo Ordinario

De la primera carta de san Pablo a Timoteo (1, 12-17)

Querido hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús. Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Cada uno de nosotros puede hacer propia esta afirmación de san Pablo: el Señor pone su confianza en cada uno de nosotros, y nos capacita a seguirle, seamos varón, mujer, gay, hetero, trans… Luego está la respuesta que cada uno quiera dar, libremente, a la misión que El quiera confiarle; pero esa es otra cuestión.

En el texto original, al parecer, Pablo emplea una formula solemne para introducir la afirmación clave de este texto: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Vaya, que dejemos el juicio para otro momento, y que quien quiera juzgarnos no obstaculice, al menos, la acción salvífica de la Trinidad en su pueblo. Que el Espíritu sopla donde quiere…

4 de septiembre de 2010

23 domingo del Tiempo Ordinario

Del libro de la Sabiduría (9, 13-18)

¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.

No recuerdo donde leí que, en vez de mirar a Dios con ojos de hombre, tendríamos que acostumbrarnos a mirar a los hombres con los ojos de Dios. Evidentemente, esta sabiduría de la mirada no es algo que se consiga a fuerza de puños ni de un día para el otro. Pero así sería mucho más sencillo que se nos comprendiera y aceptara –como Dios mismo nos comprende y acepta-. Saber mirar es saber amar.