Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

12 de abril de 2010

¿Un poco osado?

Hay algo que he “descubierto” no hace mucho, y que en su momento he formulado así: no importa lo que haga, el amor de Dios estará siempre sobre mí. Reconozco que al principio me asusté un poco de mi osadía, y pensé que se me estaba yendo la olla hacia una especie de autocomplacencia. Sin embargo, más lo pienso, más lo llevo a la oración, más lo vivo, más seguro estoy que no es una mera locura.

Voy a contar una historieta, a ver si así me explico un poco mejor. Imaginemos una pareja que, por circunstancias, viven separados: uno en Europa, el otro en Estados Unidos. Lógicamente no pueden verse a menudo, aunque intentan estar en contacto frecuente. Se quieren, eso se da por supuesto. El que está en Europa está loquito de amor por su novio: cada vez que se compra algo, busca también un regalo para enviarle al otro; piensa en él constantemente, tiene su casa decorada con fotos de los dos, o del novio solo. El novio, el que vive en Estados Unidos, también quiere a su pareja. Pero bueno, no siempre es irreprochable; le encanta ir de ligue y hay veces que pasa la noche entre unos brazos ajenos. Y aquí este hombre tiene tres opciones:

  • No decir nada a su novio, y continuar a vivir su vida como si nada. Poco a poco, sin que se dé cuenta, su amor se irá haciendo más pequeño. Cuando reciba un paquete con un regalo, se fijará más en el objeto enviado que en el porqué del regalo.
  • Esforzarse por vivir como él cree que su novio querría. Cada vez que tiene un desliz se deprime muchísimo, y hay veces que se lo cuenta a su pareja. Cuando recibe un paquete con un regalo, uf!, llora más que una magdalena, y muerto de vergüenza esconde el objeto en un cajón.
  • Darse cuenta que su amor por su novio es más limitado que el amor que recibe. No es que le cuente a su novio cada vez que sale de ligue, es que ya lo han hablado mil veces, y sabe que su novio le ama tanto que hasta eso le pasa. Intenta compensar sus faltas desarrollando otras cosas, como pasarse toda una semana pateando la ciudad por encontrar ese cd que tanto va a gustarle al que está en Europa. Cuando recibe un paquete con un regalo sabe que jamás podrá hacer exactamente igual, pero intenta corresponder como buenamente puede.
¿Y el novio que está en Europa? Sólo tiene una opción: seguir amando; aun más: cambiará o no la expresión de su amor según su compañero esté más o menos dispuesto. Incluso sería capaz de eclipsarse una temporadita si la felicidad de su novio dependiera de ello.



Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Rm 8, 38-39)