Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

11 de noviembre de 2009

Todo acabará bien

Esta mujer que ahora conocemos como Juliana nació en Norwich en 1342, en una época bien convulsa: la Guerra de Cien Años acababa de empezar; la Peste Negra iba a comenzar su mortal paseo por Europa; los papas residían en Aviñón, lo que iba a provocar el Cisma de Occidente (1378-1417)… Podemos sumar a todo esto las revueltas sociales, las hambrunas, las catástrofes naturales. Todo un mundo en conmoción.

No sabemos nada de la vida de Juliana hasta 1373: el 13 de mayo de ese año ella tuvo una fuerte experiencia de Dios durante una enfermedad: fueron 16 visiones o revelaciones, en relación básicamente con la Pasión de Cristo. Después ella va a vivir como “reclusa” en una ermita pegada a la iglesia de San Julián, en su ciudad natal (de ahí el nombre con el que ella ha pasado a la posteridad). Redacta una primera versión de su experiencia, “El libro de las revelaciones del Amor de Dios”. Veinte años después, ella vuelve sobre su texto, ampliándolo; porque ha podido profundizar sobre todo lo aprendido. Su mirada, tocada por este Amor, se hace claramente optimista y luminoso, mensaje de alegría y esperanza del cual su mundo tenía necesidad. Como el nuestro.


Nuestro amable Señor ha dicho: “Todo acabará bien”; en otro momento El dijo: “Tú verás por ti misma que todo acabará bien”. El alma obtiene aquí dos enseñanzas diferentes. Una es ésta: El quiere que nosotros sepamos que presta atención no sólo a las cosas grandes y nobles, sino también a todas aquellas que son pequeñas y humildes, a los hombres simples y humildes. Y esto es lo que quiere decir con estas palabras: “Toda cosa, sea cual sea, acabará bien”. Pues quiere que sepamos que ni la cosa más pequeña será olvidada.

Otro sentido es el siguiente: que hay muchas acciones que están mal hechas a nuestros ojos y llevan a males tan grandes que nos parece imposible que alguna vez pueda salir algo bueno de ellas. Y las contemplamos y nos entristecemos y lamentamos por ellas, de manera que no podemos descansar en la santa contemplación de Dios, como debemos hacer. Y la causa es ésta: que la razón que ahora utilizamos es tan ciega, tan abyecta y estúpida, que no puede reconocer la elevada y maravillosa sabiduría de Dios, ni el poder y la bondad de la santísima Trinidad. Y ésta es su intención cuando dice: “Y tú verás por ti misma que todo acabará bien”, como diciendo: “Acéptalo ahora en fe y confianza, y al final lo verás realmente en la plenitud de la alegría. […] Yo puedo transformar todo en bien…”

Libro de las revelaciones, capitulo 32

1 comentario:

Mudejarillo dijo...

Gracias Manuel por recordarnos a Juliana, la mística optimista. Su frase de "todo acabará bien" es desde hace tiempo lo que musito al acostarme. me inspira confianza en el Amado...

Para quien quiera os dejo estos dos enlaces:

http://www.cristianosgays.com/2009/06/25/juliana-de-norwich-la-mistica-optimista/

http://www.cristianosgays.com/2009/09/30/en-la-intimidad-del-amigo/

Un abrazo