Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

24 de febrero de 2011

Aimer Dieu - Amar a Dios

Pareciera a veces que a Edi le encanta comerse la cabeza, como ese día. Mientras que se tomaba su café de la mañana, de repente, una cuestión le vino a la cabeza: “¿Es que amo a Dios?” ¡Joé, menuda preguntita para comenzar el día! Y, además, ¡menudo día! Cuando llegó a su trabajo al bar restaurante todas las mesas estaban ocupadas y tuvo que ponerse a correr entre ellas con las bandejas en la mano. Sin embargo intentó al menos guardar la sonrisa; también con su compañera Blandina, que estaba más lenta que de costumbre y no paraba de pedirle ayuda con la caja registradora. Pero incluso en mitad de su trabajo, mientras servía filetes y tarta de chocolate (“sí, señor, es casera”) Edi se preguntaba: “¿Es que amo a Dios?”

Después del trabajo Edi volvió a casa. A veces vuelve a pie, y se para en una iglesia que hay a mitad de camino para pasar un ratillo en oración. Pero no ese día, estaba demasiado cansado como para andar y cogió el metro. Lo primero que hizo al llegar a casa fue llamar a su amigo Alberto para saber de su familia, y estuvieron largo rato al teléfono; Alberto necesitaba hablar, su hermano iba de mal en peor, y al final habían despedido del trabajo a su mujer. Cuando la conversación terminó Edi sólo tuvo tiempo de hacerse la pregunta una sola vez, porque su vecina doña Angustias llamó al timbre. ¿Edi sería tan amable de venir a su casa para cambiar la bombilla del cuarto de baño? Visita rápida a la casa de su vecina, lo justo para darse cuenta los dos que ella no tenía bombillas de recambio y que hacía falta ir a comprar. Sin problemas, Edi fue al supermercado del barrio. “¿Es que amo a Dios?” Edi estuvo a punto de pedirle a doña Angustias su opinión, pero prefirió callarse.

Por fin Edi pudo sentarse en su sofá. Puso las piernas sobre la mesa y se adormeció casi enseguida. Medio dormido, medio despierto, se dio cuenta que la respuesta a su pregunta estaba en todo lo que había vivido a lo largo del día. Y también que amar a Dios no es un punto de llegada, sino un camino que se hace día a día. Un ligero ronquido contento salió de su boca entreabierta.




On dirait parfois qu’Edi aime bien se prendre la tête, comme ce jour là. Pendant qu’il buvait son café du matin, soudain, une interrogation survint à son esprit : « Est-ce que j’aime Dieu ? » Dis-donc, quelle question pour démarrer la journée ! Et, en plus, quelle journée ! Quand il arriva à son travail à la brasserie toutes les tables étaient occupées et il a dû de courir entre elles plateaux en main. Mais il essaya de garder le sourire, quand même ; aussi envers sa collègue Blandine, qui était plus lente que d’habitude et n’arrêtait pas de lui demander de l’aide avec la caisse. Mais même au beau milieu du travail, tandis qu’il servait des entrecôtes et moelleux au chocolat (« fait maison, monsieur ! ») Edi se demandait de temps en temps : « Est-ce que j’aime Dieu ? »

Après le travail, Edi rentra chez lui. Parfois il fait le trajet à pied, et entre dans une église qui est dans son chemin pour prier un peu. Pas ce jour là, il était un peu trop fatigué pour marcher et il prit le métro. La première chose qu’il fit en rentrant fut d’appeler son copain Albert pour prendre ses nouvelles, ils sont restés longtemps au téléphone ; Albert avait besoin de parler, l’état de santé de son frère ne changeait pas, sa femme avait été finalement virée de son travail. La conversation terminée, Edi eu le temps de se poser une seule fois la question, parce que sa voisine Mme Briel sonna à sa porte. Est-ce qu’il serait si gentil de venir chez elle pour changer l’ampoule de la salle de bain ? Visite rapide chez sa voisine, juste pour s’apercevoir qu’elle n’avait plus d’ampoules et qu’il fallait aller en acheter. Pas de soucis, Edi s’en alla au supermarché du coin. « Est-ce que j’aime Dieu ? » Edi fut sur le point de demander l’avis de Mme Briel, mais il préféra se taire.

Finalement, voici Edi sur son canapé. Il allongea ses jambes sur la table, et il s’assoupit aussitôt. Dans son somme, il se rendit compte que la réponse à sa question était dans tout ce qu’il avait vécu au long de la journée. Et aussi qu’aimer Dieu n’est pas un point d’arrivée, sinon un chemin que l’on fait jour à jour. Un léger ronflement content sortit de sa bouche entrebâillée.

17 de febrero de 2011

Bienaventurado - Heureux

Ese domingo, como todos los domingos, Edi fue a Misa. Y se encontró con la sorpresa que el cura no era el de siempre, sino uno jovencillo que estaba de paso. Durante la homilía sintió un cierto adormecimiento, pero intentó mantenerse despierto y escuchar lo que decía el cura. Siempre era una voz nueva, diferente a la de cada domingo. Pero bueno, hablaba de la felicidad de fundar una familia con muchos niños correteando alrededor… Y vaya, que no era tema que atrajera mucho la atención de Edi. Hasta que escuchó una frase que le despertó completamente: “Los homosexuales son dignos de compasión porque no conocerán nunca esa alegría.” Vale, hasta ahí pase; pero lo siguiente fue aun peor: “De hecho, no conocerán ninguna alegría verdadera ni aquí ni en el cielo, a no ser que se curen de sus tendencias enfermas”. ¿Qué hacer? Edi tuvo ganas de levantarse y de irse, pero se conformó con hundirse más en su abrigo. El resto de la celebración fue una tortura. Y al final, mientras se apresuraba a salir, vio que no muy lejos estaba doña Angustias, su vecina, una solterona de ochenta y tantos años y de cinco rosarios diarios. Edi se hundió todavía más en su abrigo, mientras pensaba fuertemente: “Que no me vea, que no me vea…”

- Buenos días, Epipodio, ¡qué alegría verle! Mire usted qué bien, que así no haré el camino sola a casa.

- Buenos días, doña Angustias –contestó, con un hilo de voz- ¿cómo está usted?

- Bien, bien, gracias a Dios, ¿y usted? Siempre le veo solo, aún no he visto ni una sola vez a su novia. ¿Ella no es practicante?

“Lo que me faltaba”, pensó Edi. Pero respondió amablemente:
- No tengo novia, doña Angustias, creí que ya lo sabía…

- Ya me parecía a mí… ¿Le molesta si me apoyo en su brazo? Muchas gracias, Epipodio, pero estas piernas son tan viejas como yo… ¿Y novio? Espero que tendrá usted alguien en su vida y que no estará solo.

Edi se puso rojo, las piernas le temblaron, y miro de hito en hito a su vecina. Un signo de interrogación y otro de exclamación se veían en su mirada.

- ¿Qué quiere usted decir, doña Angustias?

- Lo que oye, Epipodio. ¿Cree usted que eso me escandaliza? Para nada. Es cierto que soy un poco demasiado devota, que soy una solterona, pero soy vieja. A lo largo de todos estos años he conocido muchas personas muy diferentes, he leído mucho y he pensado un poco. Lo suficiente como para agrandar mis horizontes y ser más comprensiva. Sé que usted es buena gente, y créame, lo que me preocupa es que usted no esté solo.

Hubo un silencio. Edi no creía lo que estaba oyendo. Doña Angustias volvió a hablar.

- Esta homilía de hoy… Yo no sé lo que les dan a estudiar en el seminario a estos curitas de hoy en día. Y he pensado que hoy usted debería dar gracias a Dios. Sí, sí, no me mire con esa cara. En usted hoy se cumple eso que dijo Jesús, “felices seréis cuando os insulten o persigan por causa de mi nombre”. Seguramente el Señor pensaba en aquellos que eran perseguidos por ser cristianos, pero estoy convencida que esta bienaventuranza es válida también para aquellos a quienes se condena en el nombre de Dios. ¡Alégrese, Epipodio, porque digan lo que digan, es usted un bienaventurado, y usted toca la alegría que viene de Dios!




Ce dimanche, comme tout dimanche, Edi est allé à la Messe. Et là il trouva la surprise de voir un nouveau curé, un jeune qui était de passage. Pendant l’homélie Edi n’arriva pas à rester attentif, il s’endormait ; mais il essaya quand même de écouter cette nouvelle voix, qui pouvait être toujours intéressante. Mais bon, c’est vrai que le curé parlait du bonheur de former une famille, avec beaucoup d’enfants, et tout ça… Voyons, Edi n’est pas très concerné par ce sujet ; pas évident donc de rester bien réveillé ! Jusqu’à ce qu’il écouta une phrase qui le tira de son endormissement : « Les homosexuels sont dignes de notre compassion, parce qu’eux ne vont jamais connaître ce bonheur. » Bon, pas très réjouissant les mots du curé. Mais le pire est venu après : « En fait ils ne seront jamais vraiment heureux, ni ici ni là-haut, s’ils ne guérissent pas de leurs tendances malades. » Quoi faire ? Edi avait envie de se lever et partir, mais il resta, enfoncé dans son manteau. Le reste de la célébration fut une torture pour lui. Et à la fin, quand il se pressait pour partir, Edi aperçut Mme Briel, sa voisine, une vieille fille de quatre-vingts et quelques ans et aux cinq chapelets par jour. Edi s’enfonça encore plus dans son manteau en pensant très fort : « Qu’elle ne me voit pas, qu’elle ne me voit pas… »

- Bonjour, Epipode ! Je suis bien contente de vous voir ! Allez-vous rentrer ? C’est magnifique, comme ça je ne rentre pas toute seule.

- Bonjour, madame Briel –répliqua, avec une petite voix- Comment allez-vous ?

- Bien, bien, Dieu merci ! Et vous-même ? Je le vois toujours seul, je n’ai toujours pas vu votre petite amie, même pas une fois. Est-ce qu’elle n’est pas croyante, peut-être ?

« Ce qui me manquait pour m’achever », pensa Edi. Mais il répondit poliment :
- Je n’ai pas de petite amie, madame, je croyais que vous le saviez déjà.

- Il me semblait… Est-ce que ça vous dérange si je m’appuie sur votre bras ? Merci beaucoup, Epipode, ces jambes sont si vieilles que moi… Et un petit ami ? J’espère que vous avez quelqu’un dans votre vie, que vous n’êtes pas seul.

Edi rougit soudain, et l’air lui manqua de coup. On pouvait lire dans son regard un point d’interrogation et un autre d’exclamation.
- Qu’est-ce que vous voulez dire par là, madame Briel ?

- Ce que vous avez entendu, Epipode. Pensez-vous que cela me scandalise ? Pas du tout. C’est vrai que je suis une vieille fille, un peu trop grenouille de bénitier, mais je suis vieille. Au long de toutes ces années j’ai rencontré beaucoup de personnes très différentes, j’ai beaucoup lu, et réfléchi un peu. Cela m’a suffit pour élargir mes horizons et devenir de plus en plus compréhensive. Je sais que vous êtes un bon garçon, je ne voudrais pas que vous restiez seul…

Il y a eu un silence. Edi ne pouvait pas croire ce qu’il entendait. Madame Briel parla à nouveau :

- Cette homélie d’aujourd’hui… Je ne sais pas ce qu’ils font comme études ces jeunes au séminaire ! Mais je crois que vous devriez rendre grâces à Dieu. Oui, oui, ne me regardez pas comme ça. Aujourd’hui en vous s’accomplit cette parole du Christ : « heureux serez-vous si l’on vous insulte, si l’on vous persécute à cause de moi. » Bien sûr le Seigneur Jésus pensait à ceux qui sont persécutés pour être des chrétiens, mais je suis sûre que cette béatitude est aussi valable pour ceux que l’on condamne au nom de Dieu. Réjouissez-vous, Epipode, car vous êtes heureux, et vous touchez le bonheur qui vient de Dieu !

10 de febrero de 2011

Le problème homo - El problema homo

El otro día, por dos veces y en dos circunstancias diferentes, Edi escuchó una frase que le hizo daño en los oídos y un escalofrío en la espalda: la problemática condición homosexual. En ambas circunstancias Edi no pudo replicar, pero esa expresión quedó en su cabeza, como una frase en lengua extranjera a la que no se termina de encontrar un significado.

Hace años que Edi se sabe homosensible, hace años que da gracias al Señor por ello, como por otros elementos de su vida que aprendió a amar. Sus amigos viven más o menos tranquilamente su orientación afectiva. Cierto, para la gran mayoría de entre ellos –Edi incluido- no ha sido fácil llegar ahí. Y claro, una cuestión se impone: ¿por qué no ha sido fácil? ¿Es a causa de la orientación afectiva en sí misma, o las dificultades son provocadas por la mirada de los otros, de la sociedad, de las Iglesias? Ser mirado como un bicho raro, como una anomalía de la naturaleza, como un ser depravado o como un héroe, a la larga, pasa factura. Pero una vez pagada esta factura, la libertad de ser lo que se es se pega a la piel y corre por las venas. Edi se sabe libre, con esa libertad que es la de los hijos de Dios. Y respira profundo, y deja que el aire llene sus pulmones en un instante de plenitud.

Es así como esa noche, en el silencio de su habitación, la acción de gracias de Edi se transforma en intercesión por aquellos para quienes su orientación afectiva es un problema, por aquellos cuya mirada emponzoña la vida de otro. Y se duerme, bajo la mirada acogedora y amorosa del Padre.


L’autre jour, deux fois en deux circonstances tout à fait différentes, Edi entendit une phrase qui l’a fait mal aux oreilles et froid dans le dos : la problématique condition homosexuelle. Pour les deux fois Edi n’a pas pu répondre, mais l’expression est restée dans sa tête, comme une phrase dite en une langue étrangère dont l’on n’arrive pas à saisir ce qu’elle veut dire.

Il y a des années qu’Edi se sait homosensible, il y a des années qu’il en rend grâces au Seigneur, tout comme pour autres éléments de sa vie qu’il a appris à aimer. Ses amis vivent plus ou moins paisiblement leur orientation affective. Certes, pour la plupart d’eux –Edi y compris- cela n’a pas été aisé. Une question s’impose alors : pour quoi cela n’a pas été facile ? C’est à cause de l’orientation affective en soi-même, ou les difficultés sont-elles provoquées par le regard des autres, de la société, des Eglises ? Être regardé comme un drôle d’oiseau, comme une anomalie de la nature, comme un être dépravé ou un héros… A long terme il faut payer pour être ainsi regardé. Mais une fois ces comptes réglés, la liberté d’être ce que l’on est se colle à la peau et coule dans les veines. Edi se sait libre, avec cette liberté qui est celle des enfants de Dieu. Et il respire profond, et il laisse l’air remplir ses poumons en un instant de plénitude.

C’est ainsi comme cette nuit, dans le silence de sa chambre, l’action de grâces d’Edi se transforme en intercession pour ceux qui vivent son orientation affective comme un problème, pour ceux dont le regard empoisonne la vie d’autrui. Et il s'endort, sous le regard bienveillant et amoureux du Père.

3 de febrero de 2011

Les yeux voilés - Los ojos velados

Hacía varios días que aquello rondaba Edi, pero fue ese lunes que se levantó con un peso sobre los hombros y en el ánimo: “nada va bien”, se dijo, mirándose en el espejo. Evidentemente, la jornada se pasó en esta pesadez. Edi se sentía embotado, el alma al borde del llanto; nostalgias de ciertos rostros desaparecidos de su vida; Blandina, la nueva compañera de trabajo, lenta y un poco corta; el cielo gris; el muro en que se había convertido su oración… Edi arrastró los pies a lo largo de las horas de este lunes. Por la tarde, sentía que todo aquello iba a desbordarse. Fue entonces cuando se encontró con su amigo Alberto…

- Hola, Alberto, ¿qué tal estás? ¡Hace mucho que no nos vemos!

- ¡Hola, Edi! Bueno, yo no estoy en uno de mis mejores momentos… Pero, ¿y tú?

Y Edi le contó todos sus pequeños problemas, sus estados de ánimo; Alberto escuchaba, e intentó hacerle ver las cosas desde otro punto de vista. Fue el turno de Edi de escuchar esas palabras que le devolvían un poco la confianza en sí mismo.

- Gracias, Alberto… Es cierto que a veces me ahogo en un vaso de agua, pero… ¿Y tu? ¿Qué me cuentas?

- Algo poco agradable. Mañana me voy a casa de mi hermano. No sé si te dije que está enfermo… Bueno, el final se acerca a grandes pasos. De todas formas no voy a poder quedarme mucho tiempo, porque mi mujer está a punto de ser despedida del trabajo… la crisis, como te puedes imaginar, y…

Y mientras Alberto hablaba, Edi escuchaba como en un remolino. Los rostros desaparecidos, el de Blandina, el cielo gris, el muro de la oración… todo desaparecía arrastrado por la vergüenza; porque sus estados de ánimo le habían velado los ojos e impedido mirar más allá de la punta de su nariz. En el rostro cansado de Alberto brillaba una pequeña sonrisa sincera.

- De todas formas, Edi, estoy contento de haberte visto, aunque sólo haya sido un momento. Cuando vuelva te llamo, y nos tomamos algo, ¿te parece?

Edi volvió a su casa arrastrando los pies. Si la vida de cada uno es una gama de grises, la de Alberto viraba más bien al negro. Mientras calentaba su sopa al microondas, una oración sin palabras brotó de su interior: intercesión por Alberto, su hermano y su mujer; acción de gracias por todos aquellos que son capaces de sonreír y se ocupar de los otros incluso en medio de su dolor; ofrenda de su propia vergüenza; acogida del perdón de Dios…




Il y avait quelques jours que cela rôdait Edi, mais ce ne fut que ce lundi qu’il se leva avec cette lourdeur : « il n’y a rien qui aille », se dit-il, en se regardant au miroir. Et bien entendu, la journée se déroula lourdement. Edi se trouvait ralenti, la larme à l’âme ; nostalgies de certains visages disparus de sa vie depuis longtemps ; Blandine, la nouvelle collègue de travail, lente et un peu sotte ; le ciel gris ; le mur qu’il trouvait à la prière… Il traîna ses baskets tout au long des heures de ce lundi pas du tout au soleil. Le soir, il sentait que cela allait déborder. C’est alors qu’il retrouva son copain Albert…

- Salut, Albert, comment vas-tu ? Il y a un moment qu’on s’est pas vus !

- Salut, Edi ! Ben, moi ça va pas trop ; et toi, comment ça va bien ?

Et à Edi de lui raconter tous ses petits malheurs, et à Albert de l’écouter, d’essayer lui faire voir les choses d’un autre angle. Alors à Edi d’entendre ces paroles qui lui rendaient un peu la confiance en lui-même.

- Merci, Albert… Oui, c’est vrai que parfois je me noie dans un verre d'eau… Mais, et toi ? Quoi de neuf ?

- Pas très la joie –répliqua- Demain je pars chez mon frère. Je ne sais pas si je t’ai dit qu’il est malade… Bon, maintenant on arrive à la fin. Mais je ne peux pas rester longtemps là bas, parce que ma femme est sur le point de se faire virer du boulot… la crise, vois-tu ? Je ne peux pas non plus la laisser seule en ce moment, et…

Et pendant qu’Albert parlait, Edi écoutait comme dans un vertige. Les visages disparus, celui de Blandine, le ciel gris, le mur de la prière… tout disparaissait emporté par la honte ; parce que ses états d’âme l’avaient voilé les yeux et empêché de voir au-delà de son nez. Sur le visage fatigué d’Albert étincelait un petit sourire sincère.

- En tout cas, Edi, je suis content de te voir, même si ce n’est qu’un instant. Je t’appelle quand je serai rentré, ça te dit ? On pourra se prendre un verre ensemble, et discuter tranquillement.

Edi rentra chez lui, toujours traînant ses baskets. Si la vie de tout un chacun est une nuance de gris, celle d’Albert virait plutôt au noir. En réchauffant sa soupe, une prière sans paroles déborda de son cœur : intercession pour Albert, son frère et sa femme ; action de grâces pour ceux qui sont capables de sourire et de prendre soin des autres même au milieu de son malheur ; offrande de sa propre honte ; accueil du pardon de Dieu…