Hay muchos y buenos comentarios cada domingo a la lectura del evangelio. Por eso, a partir de ahora, aquí encontraréis el eco que despiertan en mí las otras lecturas o el salmo. No pretendo ser un maestro en nada; lo único que quiero hacer es compartir la meditación que pueda hacer de la Palabra.
Del libro de Isaías (66, 18-21)
Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones.
Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» -dice el Señor-.
El Señor es quien reúne todos los pueblos, y el nuestro, el pueblo homosensible, también está invitado a la fiesta. Es el Señor mismo quien nos llama, y El quiere mostrarnos su gloria, y la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios (san Ireneo de Lyon). Somos invitados a vivir un doble movimiento, que responde al doble exilio: ocupar nuestro lugar en esta marcha hacia el monte santo de Dios, y anunciar su gloria a nuestro pueblo.