Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

17 de noviembre de 2009

En ti y por ti

Dios no se limita a actuar en ti, sino también por ti. Es El quien te da una manera de hacer que sobrepasa grandemente tus posibilidades normales…

Si pecamos de falta de confianza en nosotros mismos es, quizá, que en el fondo no creemos de verdad que Dios quiere actuar, dar, amar… a través de nosotros. Nos creemos instrumentos inutilizables. Así somos confrontados a nuestras propias fuerzas, superficiales y limitadas, o más bien confrontados a nuestra debilidad. Y así nos privamos de nuestra verdadera fuerza, la que se encuentra en nuestro centro, allí donde habita Dios, este Dios que es más “yo” que lo que hemos considerado hasta ahora como nuestro verdadero “yo”, este Dios que no cesa de decir: todo lo mío es tuyo (Lc 15, 31).

Todo esto es cierto si creemos verdaderamente que somos inutilizables, que no tenemos ningún papel a desempeñar, no dejamos a Dios valerse de nosotros. Un sentimiento de inferioridad no es peligroso en sí; puede ser el resultado de varios factores diferentes (nuestro pasado, las variaciones de nuestra psique, la influencia de los otros) y es quizá la cruz que tenemos que llevar. Pero al mismo tiempo podemos profundizar constantemente nuestra fe y esperar en la confianza que lo poco que hacemos tenga su plaza, una plaza única, en el reino de Dios. Y así, día a día, con coraje, alcanzamos a realizar la tarea específica que nos ha sido dada, a pesar de los sentimientos opuestos que podamos tener. Ahí llegaremos, no para complacernos en nuestra propia excelencia, sino para amar todo y todo viviente.

¡No hay que tener miedo del propio miedo! A medida que nos hacemos conscientes de nuestro miedo, aprendemos también cuales son nuestras posibilidades. Bastará romper nuestro aislamiento y restablecer el contacto con Dios

Wilfrid Stinissen, L’éternité au cœur du temps


Texto francés publicado por Agapenat

1 comentario:

Mudejarillo dijo...

me gusta esa idea de ser utilizados por Dios para poder actuar en el mundo y con los hermanos...