Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
Siempre tuve problemas con este texto y similares… Hoy, sin embargo, hay un pequeño detalle que me llama la atención, y es la “parábola de la higuera”. Creo que en nuestro vivir cotidiano podemos percibir signos de cómo El está cerca, “a nuestra puerta”; aunque no es fácil percibirlos, se trata de recibir al Amor que viene, aún a riesgo de ver toda nuestra vida y nuestras seguridades bien transformadas.
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