Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

6 de julio de 2010

La Presencia

Me acuerdo que, cuando era pequeñito, me hablaban a menudo de la presencia de Dios; no debía nunca olvidar que El estaba todo el tiempo conmigo, y que veía todo lo que yo hacía, incluso cuando lo hacía a escondidas. Así que atención al pecado, porque Dios estaba al corriente de todo. ¡Horror! El sabía que me gustaban más los niños que las niñas… Esta omnipresencia del Juez Supremo era pesante y pesada, une derivación “piadosa” del Gran Hermano orwelliano, una imposibilidad a estar solo… Y reconozco que yo soy muy celoso de mis momentos de soledad desde siempre.

No ha sido que mucho más tarde que he comprendido que esta presencia del Señor no tiene nada que ver con la figura del Juez, ni con la figura del Abuelito complaciente. Es una Presencia hecha de Belleza, de Amor respetuoso y exigente; una Presencia que me invade y que me conoce mejor que yo mismo, una Presencia que asume en Sí todo lo que soy para conducirme cada vez más a El y a los otros.

Dios habita en lo más íntimo de nuestra intimidad, no para juzgarla, sino para realzarla, desde nuestra realidad humana.

1 comentario:

Theo dijo...

Hola. La presencia de Dios dentro de mí, el día que lo descubrí dentro, amándome, fue el día que llenó toda mi vida. Gracias hermano por tan maravilloso blog.