Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

20 de julio de 2010

Bruma

Sin duda es él, allí en la orilla. ¿Pero por qué decir “sin duda”, cuando algo dentro de uno mismo se lo cuestiona? Pero así es el corazón del hombre en general, y el de Teótimo en particular, lento a comprender, lento a dejarse llevar, lento a reconocer la mano que ha parado el viento. ¿El viento ha amainado? Viento cansado, dicen. Viento que ha terminado su carrera como cesa la tempestad en la mente bajo el efecto de no se sabe bien qué mecanismo de la naturaleza. ¿O es que él ha intervenido, ése que está allí en la orilla disimulado por la distancia y por la espuma que vuela todavía detrás del viento? Dime tu nombre. Pero él está demasiado lejos como para que yo oiga la respuesta. ¿Por qué él ha puesto este mar entre él y yo? ¿Por qué he puesto este mar entre él y yo? Y, sin embargo, no puedo arrancar mis ojos de esta dirección. Sí, yo hice mi orgulloso en la tempestad, yo me decía: eres más astuto que el diablo, le has pillado con tu anzuelo, has corrido riesgos y has sido muy valiente. Pero ahora que todo está tranquilo de nuevo, sentado sobre el banco de tu barca, sientes la confusión, y te das cuenta que no tenías derecho ni un instante a hacerte el fanfarrón. ¡Teótimo! No puedes ya arrancar tus ojos de la orilla donde estás seguro, ahora que hay alguien en ella, la mano todavía levantada para imponer respeto a la mar e impedir que tu barca derive a no se sabe dónde.


« Théotime. Chroniques de la vie monastique »
Frère Denis Hubert
Ed. Karthala, Paris, 1998

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