En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."
Imaginemos la escena: una mujer entrada en años (por no decir vieja), embarazada, y que se pone a gritar cosas raras al ver llegar a su joven prima… Así mirada, la escena parece sacada de una película de Almodóvar. Pero es evangelio puro y duro: Dios ha actuado en la vieja y en la joven; las dos han aprendido a mirar con los ojos de Dios. La vieja adivina la presencia de Dios en la joven y las dos se dejan conducir por El.
1 comentario:
Y es que Dios hace el milagro cotidiano de la fe y de la esperanza esperando (a su vez) que nosotros hagamos de nuestra vida una Caridad permanente.
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