Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

14 de diciembre de 2009

San Juan de la Cruz

Reconozco que tengo una debilidad especial por san Juan de la Cruz, cuya fiesta se celebra hoy. Aunque sus escritos puedan parecer un poco áridos a veces, o demasiado místicos, todo nace de su íntima convicción de la dignidad del hombre y de su profunda fe en el Amor de Dios por esta su creatura. Esto le hace gritar, a veces:

¡Oh almas criadas para esas grandezas y para ellas llamadas!, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas y glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!
(Cántico espiritual 39, 7)


Esta exclamación surge con naturalidad de su pluma, después de haber descrito la grandeza de ser hijos de Dios, y la realidad a la que somos llamados. Este grito no ha perdido un ápice de actualidad, ahora que estamos en una sociedad en la que sobre todo prima la imagen y el éxito. Darnos cuenta de nuestra dignidad puede modificar nuestra escala de valores; darnos cuenta de la dignidad del otro puede modificar nuestras relaciones.

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