En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan: "¿Entonces qué hacemos?" El contestó: "El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo." Vinieron también a bautizarse unos publícanos y le preguntaron: "¿Maestro, qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No exijáis mas de lo establecido." Unos militares le preguntaron: "¿Qué hacemos nosotros?" El les contestó: "No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga." El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga." Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.
Hace unos años, leyendo este pasaje en grupo, alguien hizo este comentario, mitad en broma, mitad en serio: “Entonces los militares y los financieros pueden salvarse…” Reconozco que me inquietó este querer poner límites a la misericordia de Dios en base a lo que se es. Juan Bautista pone el acento más bien en lo que se hace, o mejor dicho, en lo que no se ha de hacer: mal al otro. Después vino Aquel más grande que Juan, y El nos ha mostrado por palabra y obra como poner esto en práctica, seamos lo que seamos: militares, financieros… o gays.
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