El Adviento es un tiempo litúrgico demasiado corto para la complejidad que conlleva: lo empezamos con una esperanza de la Segunda Venida del Señor, esa que pedimos en la liturgia eucarística justo después de la consagración. Pero enseguida basculamos a la venida histórica de un Dios hecho hombre, y que nace en un establo en Belén. Hay, sin embargo, otro aspecto: la venida de Cristo Jesús en la vida cotidiana de cada creyente. Así, estas palabras de Isaías, puestas en música por el genio de Haendel, no pierden ni un ápice de actualidad:
Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.(cf Is 40, 1-4)
hablad al corazón de Jerusalén,
y decidle bien alto
que ya ha cumplido su esclavitud,
que su falta ha sido expiada,
Una voz clama: “En el desierto
abrid el camino al Señor,
trazad en la estepa una recta carretera
a nuestro Dios.
Que todo valle sea elevado,
y todo monte y cerro descendido;
que lo abrupto se vuelva llano
y planicie las asperezas.
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