Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

15 de diciembre de 2010

Consolad a mi pueblo

El Adviento es un tiempo litúrgico demasiado corto para la complejidad que conlleva: lo empezamos con una esperanza de la Segunda Venida del Señor, esa que pedimos en la liturgia eucarística justo después de la consagración. Pero enseguida basculamos a la venida histórica de un Dios hecho hombre, y que nace en un establo en Belén. Hay, sin embargo, otro aspecto: la venida de Cristo Jesús en la vida cotidiana de cada creyente. Así, estas palabras de Isaías, puestas en música por el genio de Haendel, no pierden ni un ápice de actualidad:



Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.
hablad al corazón de Jerusalén,
y decidle bien alto
que ya ha cumplido su esclavitud,
que su falta ha sido expiada,
Una voz clama: “En el desierto
abrid el camino al Señor,
trazad en la estepa una recta carretera
a nuestro Dios.
Que todo valle sea elevado,
y todo monte y cerro descendido;
que lo abrupto se vuelva llano
y planicie las asperezas.
(cf Is 40, 1-4)

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