¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.
No recuerdo donde leí que, en vez de mirar a Dios con ojos de hombre, tendríamos que acostumbrarnos a mirar a los hombres con los ojos de Dios. Evidentemente, esta sabiduría de la mirada no es algo que se consiga a fuerza de puños ni de un día para el otro. Pero así sería mucho más sencillo que se nos comprendiera y aceptara –como Dios mismo nos comprende y acepta-. Saber mirar es saber amar.
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