Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

17 de junio de 2010

Hasta pronto





Por una serie de circunstancias, hoy empiezo unas vacaciones inesperadas, pero no por ello menos bienvenidas. En las próximas tres semanas viajaré un poco, y viviré momentos fuertes, como un nuevo paso en mi compromiso en Communion Béthanie, para lo que me preparo y me dejo preparar por El. Y ya sabéis que, aunque no escriba nada aquí hasta primeros de julio, siempre os tengo presentes en mi oración. Hoy me atrevo a pediros la vuestra, para que me acompañéis en estos días tan importantes. Muchas gracias, y ¡hasta pronto!

16 de junio de 2010

La belleza

Si miramos a una persona, y no percibimos la belleza en ella, no podremos ayudarla en nada. No se puede ayudar a alguien aislando lo que va mal en él, lo que es feo, deformado. Jesucristo miraba todos aquellos con los que se encontraba -la prostituta, el ladrón- y veía la belleza escondida en ellos. Era, quizás, una belleza deformada, estropeada, pero no por ello menos belleza, y El actuaba de tal manera que esta belleza salía a la luz. Esto es lo que deberíamos aprender a hacer con los otros. Pero, para llegar a esto, necesitamos sobre todo un corazón puro, intenciones puras, el espíritu abierto –lo que no se da a menudo-… para poder escuchar, mirar y ver la belleza escondida. Cada uno de nosotros es la imagen de Dios, y cada uno de nosotros se parece a un icono deteriorado. Pero si se nos diera un icono deteriorado por el tiempo, por los acontecimientos, o profanado por el odio de los hombres, lo trataríamos con ternura, con reverencia, el corazón roto. Le daríamos importancia a lo que le queda de belleza, no a la que ha perdido. Debemos aprender a reaccionar así con cada uno…


Anthony Bloom, monje ortodoxo.
Revista “Ombres et Lumière”, n°114, junio 1996.

12 de junio de 2010

11 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (7, 36-50)

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
-Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
-Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
-Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
-Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
-Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
-Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
-¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
-Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
-¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
-Tu fe te ha salvado, vete en paz.


Y es que, a fin de cuentas, sólo el amor es lo que cuenta. Bueno, hay otro reto: saber acoger el perdón profundo del Señor, y que aquellos que nos rodean son también perdonados de la misma manera.

8 de junio de 2010

Los solos



Te pedimos, Señor, por todos los ignorados
que nadie nunca va a amar,
que no amarán a nadie,
que sólo tendrán del amor
una visión ajena,
y que sólo mirarán al amor
con indiferencia.

Te pedimos, Señor, por todos aquellos
que aman de verdad el amor
sin poder nunca vivirlo,
y por todos aquellos que sienten
todavía más el dolor de su soledad
o el sufrimiento del abandono,
cuando ven desde fuera
el amor de los otros hombres
que se dilata en torno a ellos
sin que nunca los envuelva.

Señor, te pedimos por ellos:
dales el ser amados,
de cruzar el camino de un amor
que dé a sus vidas el impulso creador
que les llevará a Ti.


François Chagneau
(Revista Prier, n° 322)

5 de junio de 2010

10 domingo del Tiempo Ordinario

Del evangelio según san Lucas (9, 11b-17)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

A la primera lectura de este texto dos situaciones me llamaron la atención: Jesús se acerca a los que lo necesitan para responder a esta necesidad; y, después, los discípulos se encuentran con una situación que es más bien un callejón sin salida. La respuesta es la misma: “dadles vosotros de comer”. Nos toca a nosotros actuar ahora, sabiendo que contamos con El. Incluso momentos difíciles que nos parecen insolubles… ¿Qué es más fácil? ¿Dar a comer a 5000 con unos cuantos panes, o que la alta jerarquía eclesiástica reconozca nuestro derecho a amar y ser amados?

1 de junio de 2010

Jesús, nuestra Madre














Nuestro Padre el Altísimo, Dios todopoderoso, El que es el Ser y que nos conoce y nos ama, y esto desde antes del comienzo del mundo. El nos conoce en la plenitud de su maravilloso amor, y por el designio eterno previsto por la Santísima Trinidad, ha querido que la segunda Persona fuera nuestra Madre, nuestro Hermano y nuestro Salvador. Y de esto se sigue que así como El es verdaderamente nuestro Padre, Dios es también verdaderamente nuestra Madre. Nuestro Padre quiere, nuestra Madre hace, nuestro buen Señor el Espíritu Santo confirma. Así nos corresponde amar a nuestro Dios en quien tenemos nuestro ser, dándole gracias con reverencia y alabándolo por habernos creado, rezando con fuerza a nuestra Madre para obtener misericordia y piedad, y a nuestro Señor el Santo Espíritu para obtener gracias y auxilio. […] Así Jesús es nuestra verdadera Madre según la naturaleza porque El, que es Dios, nos ha creado; y El es nuestra Madre según la gracia porque El ha tomado nuestra naturaleza creada. Todas las hermosas realizaciones, todos los dulces cuidados prevenientes de una inestimable Maternidad, todo esto es lo propio de la segunda Persona. […] Yo comprendo que hay tres maneras de considerar la Maternidad en Dios. La primera se funda en que El ha creado nuestra naturaleza. La segunda, en que El ha tomado nuestra naturaleza –y ahí empieza la Maternidad de gracia. La tercera es una Maternidad de acción, en la que hay una expansión infinita, por la misma gracia, a lo largo y a lo ancho, en altura y en profundidad. Y todo esto es un solo Amor.


Juliana de Norwich (1342-1416?)