Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

28 de abril de 2010

Salmo 26 (27)

Salmo 26
1El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

2Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

3Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

4Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

5Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

6y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

7Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
8Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor,
9no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

10Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

11Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

12No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

13Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

14Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.


Hoy os invito a orar este salmo, tan impregnado de alegría y confianza… Es una hermosa descripción de la relación amorosa entre Dios y el hombre, ¿no os parece? El nos sostiene, nos invita a la intimidad con El (ver Su rostro, sumergirse en la mirada de amor que El dirige a cada uno…), y que nunca nos rechazará. Pueden acusarnos de pedófilos, decir que no tenemos sitio en la Iglesia… o sí, pero a condición de renunciar al amor humano. Pueden decir lo que quieran: El no nos abandona, y no nos cierra las puertas de Su casa. ¡Que El sea siempre para nosotros luz y salvación!

24 de abril de 2010

4 domingo de Pascua



Del evangelio según san Juan (10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús:
- Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.


Creo que fue san Agustín quien dijo aquello que “la medida del amor es amar sin medida”… Esta es la actitud de base de Jesús, el Señor: El está profundamente implicado con aquellos a quienes ama; y Su amor es totalmente libre. ¿Es que alguien se atrevería de decirle “oye, mira, no traigas a ésos a tu redil”?

21 de abril de 2010

Una bienaventuranza

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros a causa de mi nombre. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. (Mt 5, 10)

Siempre entendí esta bienaventuranza en el siguiente sentido: bienaventurado aquel que es perseguido porque sigue el camino señalado por Cristo Jesús. Seguramente fue este sentido el que quiso darle el evangelista. Esta fue la realidad cotidiana de las primeras generaciones cristianas… y aún sigue estando de actualidad para los cristianos en ciertos países.


Sin embargo, pienso que podemos darle un poco la vuelta… Alguien es perseguido, injuriado, calumniado en nombre de Dios, y ése entraría también en esta bienaventuranza, ¿no? Así, cuando dicen que los homosensibles no tenemos derecho a amar y ser amados, que somos unos enfermos, o que desconocemos el sentido de palabras como fidelidad o fecundidad, vaya… Claro que de entrada me cabrea; después, bueno, veo como gracias a esa gente me acerco más al Maestro. ¡Gracias! Pero, sobre todo, gracias, Señor.

17 de abril de 2010

3 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (21, 1-19)
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
- Me voy a pescar.
Ellos contestan:
- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
- No.
Él les dice:
- Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
- Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
El le contestó:
- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Él le dice:
- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
- Sígueme.


Reconozco que esta semana no he tenido mucho tiempo para preparar este artículo; y que ahora, en unos minutos, no puedo improvisar un comentario a este texto tan sugerente… El Resucitado viene a nuestro encuentro en nuestra cotidianeidad, El hace fecundos nuestros esfuerzos, comparte con nosotros lo que nosotros podemos buenamente ofrecer; amándonos, nos pregunta por nuestro amor…

13 de abril de 2010

Mi querida Iglesia

Escribo este billete demasiado rápido, porque apenas tengo tiempo hoy, y mañana me voy de viaje unos días. Pero es que noticias como las que da hoy Víctor en su blog son descorazonadoras, y no puedo dejar de reaccionar… La actitud de un prelado (¿pastor?) y la respuesta de una mujer. ¿Cuál es la mía? De entrada un poco de cólera, de tristeza, y después ánimo y estímulo. Parafraseando un poema de Blas de Otero, muy conocido gracias a la voz de Ana Belén, podría decir hoy: Iglesia, camisa blanca de mi esperanza, siempre madre y a veces madrastra…

En la barca de Pedro estamos todos, lo queramos o no, y lo siento por Monseñor, pero ni él ni nadie va a quitarme la fe en el Cuerpo Místico de Cristo; pertenezco y estoy en el medio de la comunión de los santos, y aunque yo sólo sea un perrillo que derrapa de alegría delante de su Dueño, sé que nada ni nadie podrá separarme del Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.


NB: Anda, qué curioso… mis dos últimos artículos terminan por la misma frase…

12 de abril de 2010

¿Un poco osado?

Hay algo que he “descubierto” no hace mucho, y que en su momento he formulado así: no importa lo que haga, el amor de Dios estará siempre sobre mí. Reconozco que al principio me asusté un poco de mi osadía, y pensé que se me estaba yendo la olla hacia una especie de autocomplacencia. Sin embargo, más lo pienso, más lo llevo a la oración, más lo vivo, más seguro estoy que no es una mera locura.

Voy a contar una historieta, a ver si así me explico un poco mejor. Imaginemos una pareja que, por circunstancias, viven separados: uno en Europa, el otro en Estados Unidos. Lógicamente no pueden verse a menudo, aunque intentan estar en contacto frecuente. Se quieren, eso se da por supuesto. El que está en Europa está loquito de amor por su novio: cada vez que se compra algo, busca también un regalo para enviarle al otro; piensa en él constantemente, tiene su casa decorada con fotos de los dos, o del novio solo. El novio, el que vive en Estados Unidos, también quiere a su pareja. Pero bueno, no siempre es irreprochable; le encanta ir de ligue y hay veces que pasa la noche entre unos brazos ajenos. Y aquí este hombre tiene tres opciones:

  • No decir nada a su novio, y continuar a vivir su vida como si nada. Poco a poco, sin que se dé cuenta, su amor se irá haciendo más pequeño. Cuando reciba un paquete con un regalo, se fijará más en el objeto enviado que en el porqué del regalo.
  • Esforzarse por vivir como él cree que su novio querría. Cada vez que tiene un desliz se deprime muchísimo, y hay veces que se lo cuenta a su pareja. Cuando recibe un paquete con un regalo, uf!, llora más que una magdalena, y muerto de vergüenza esconde el objeto en un cajón.
  • Darse cuenta que su amor por su novio es más limitado que el amor que recibe. No es que le cuente a su novio cada vez que sale de ligue, es que ya lo han hablado mil veces, y sabe que su novio le ama tanto que hasta eso le pasa. Intenta compensar sus faltas desarrollando otras cosas, como pasarse toda una semana pateando la ciudad por encontrar ese cd que tanto va a gustarle al que está en Europa. Cuando recibe un paquete con un regalo sabe que jamás podrá hacer exactamente igual, pero intenta corresponder como buenamente puede.
¿Y el novio que está en Europa? Sólo tiene una opción: seguir amando; aun más: cambiará o no la expresión de su amor según su compañero esté más o menos dispuesto. Incluso sería capaz de eclipsarse una temporadita si la felicidad de su novio dependiera de ello.



Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Rm 8, 38-39)

10 de abril de 2010

2 domingo de Pascua

Del evangelio según san Juan (20, 19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengáis vida en su nombre.


La alegría de la Resurrección, antigua y siempre nueva… esto parece una frase hecha, uno de tantos lugares comunes. Sin embargo, los enamorados saben bien esto, que el amor se estrena cada día, aunque haga años que está presente. Pues lo mismo para esta alegría amorosa del Hijo resucitado y presente entre nosotros. Cierto que a veces puede costar creerlo, pues es algo tan maravilloso que nos sobrepasa… El amor del Hijo es para cada uno de nosotros: se trata de saber acogerlo en nuestras vidas para que El nos vivifique. No para que nos cambie, por favor, sino para darnos vida y repartirla.

3 de abril de 2010

Sábado santo: “y descendió a los infiernos” (salmo 21, parte 2)



Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.

Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
hacia el pobre desgraciado;
no le ha escondido su rostro:
cuando pidió auxilio, le escuchó.

Él es mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos delante de sus fieles.
Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que le buscan:
viva su corazón por siempre.

Lo recordarán y volverán al Señor
hasta los confines del orbe;
en su presencia se postrarán
las familias de los pueblos.

Porque del Señor es el reino,
él gobierna a los pueblos.
Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo que hizo el Señor.

(Salmo 21, 24-32)

2 de abril de 2010

Viernes santo: salmo 21 (1)


Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.

Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no me haces caso;
aunque tú habitas en el santuario,
esperanza de Israel.

En ti confiaban nuestros padres;
confiaban, y los ponías a salvo;
a ti gritaban, y quedaban libres;
en ti confiaban, y no los defraudaste.


Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.”

Tú eres quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre;
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.


Me acorrala un tropel de novillos,
me cercan toros de Basán;
abren contra mí las fauces,
leones que descuartizan y rugen.

Estoy como agua derramada,
tengo los huesos descoyuntados;
mi corazón, como cera,
se derrite en mis entrañas;

mi garganta está seca como una teja,
la lengua se me pega al paladar;
me aprietas contra el polvo de la muerte.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.


Ellos me miran triunfantes,
se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Líbrame a mí de la espada,
y a mi única vida de la garra del mastín;
sálvame de las fauces del león;
a este pobre, de los cuernos del búfalo.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

(Salmo 21, 2-23)

1 de abril de 2010

Jueves santo (y 3)



Cristo, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

(Hb 5, 7-9)

Jueves santo (2)



Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva.

(1Cor 11, 26)

Jueves santo (1)



Yo os he dado ejemplo para que vosotros hagais lo mismo por vuestros hermanos los hombres: lo que va a mostrar que sois mis discipulos es el amor que os tengais los unos a los otros.

(Cf. Jn 13, 19. 35)