Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, muy caro; rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc 14, 3-9)

Jésus se trouvait à Béthanie, chez Simon le lépreux. Pendant qu'il était à table, une femme entra, avec un flacon d'albâtre contenant un parfum très pur et de grande valeur. Brisant le flacon, elle le versa sur la tête de Jésus... (Mc 14, 3-9)

4 de noviembre de 2009

Alianza


Dijo Dios a Noé: “Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña: pongo mi arco en las nubes y servirá de señal de alianza entre yo y la tierra. Cuando yo anuble de nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes y yo me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros”
(Gn 9, 12-15a)


Este arco en las nubes no es otro que el arco iris; el símbolo utilizado para marcar la primera Alianza entre el Creador y el hombre es el mismo que hoy en día se utiliza para el colectivo lgbt. Reconozco que me gusta esta relación: la Alianza que Dios propone no nos excluye.

No voy a entrar aquí en temas exegéticos sobre el libro del Génesis, ni voy a sacar conclusiones teológicas sobre esta “coincidencia” de símbolos. A fin de cuentas, todas las alianzas del Antiguo Testamento han sido llevadas a plenitud por la nueva Alianza realizada por el Hijo de Dios hecho uno de nosotros, Jesús, cuando después de cenar cogió una copa de vino y dijo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por todos vosotros”.

Esta Alianza es renovada cada día; cada día el Señor nos propone a todos y cada uno vivir esta su Alianza de amor, que no rechaza a nadie, que no se impone, sino que se invita en nuestras vidas para darnos la libertad de los hijos de Dios uniéndonos los unos a los otros.

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